En el Día Mundial del Refugiado, el pontífice ha tenido también un recuerdo para ellos durante el ángelus
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| Foto: Vatican Media |
El
Papa Francisco ha destacado en el ángelus desde la plaza de San Pedro las
situaciones que en la vida, como les sucedió a los apóstoles en el pasaje del
Evangelio de este domingo, 20 de junio, pueden turbar los ánimos: desamores,
ansiedades, problemas, falta de trabajo, enfermedades o cuando uno se siente
«perdido en medio del mar de la vida, sin ruta o sin puerto».
Ante estas circunstancias, «nos
sentimos ahogados por el miedo» y, como los discípulos, «corremos el riesgo de
perder de vista» lo más importante: «En la barca, Jesús está». Y al igual que
sucedió entonces, hoy espera que «lo invoquemos, lo pongamos en el centro de lo
que vivimos». Para ser discípulos de Jesús, ha precisado el pontífice, «no
basta con creer que Dios existe, sino que es necesario involucrarse con Él».
«Es necesario gritarle a Dios –ha añadido–, porque muchas veces la oración es
un grito».
Como
el grito de los refugiados que llegan en barco, ese «¡sálvame!» cuando se están
ahogando. Francisco no ha querido dejar pasar el Día Mundial del
Refugiado, que se celebra este 20 de junio, y ha insistido en abrir «nuestro
corazón a los refugiados». «Que hagamos nuestras sus tristezas y alegrías;
aprendamos de su valerosa resiliencia», ha propuesto.
Aferrarse a Jesús
Habría que preguntarse, ha
indicado el Papa, cuáles son los vientos que se abaten sobre la vida de cada
uno, «cuáles son las olas que obstaculizan mi navegación», y decírselo todo a
Jesús, que «quiere que nos aferremos a Él para encontrar refugio». Este es el
comienzo de la fe, ha aseverado, «reconocer que solos no somos capaces de
mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros a las estrellas
para encontrar la ruta». La fe, ha insistido, se inicia «cuando superamos la
falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios». Al gritarle en la oración,
Él «puede obrar maravillas».
Ese «¿por qué tenéis miedo?» que
Jesús pregunta a los discípulos «nos concierte también a nosotros». Porque,
llevados por el miedo, «se habían quedado mirando las olas, no a Jesús». El
miedo lleva a mirar los problemas, «y no al Señor», ha advertido. Cuántas
veces, se ha preguntado el Papa, «dejamos al Señor en el fondo de un rincón de
la barca de nuestra vida». «Pidamos la gracia de no cansarnos de llamar a la
puerta de su corazón», ha suplicado a modo de conclusión.
Oración por Myanmar
Al término del rezo del ángelus,
el Papa se ha dirigido a los presentes en la plaza de San Pedro uniendo « mi
voz a la de los obispos de Myanmar» por las personas que están muriendo
allí de hambre. Ha pedido que se abran corredores humanitarios y que las
pagodas, escuelas, iglesias, templos, monasterios, mezquitas, sean respetados
como lugares «neutrales de refugio».
Begoña Aragoneses
Fuente: Alfa y Omega






