23 – Julio. Viernes. Santa Brígida, religiosa, patrona de Europa
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Yo soy la verdadera vid, y mi
Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a
todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios
por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el
que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis
hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se
seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y
mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con
esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos
míos
Comentario
El texto es precioso. Estar
inserto en la vida verdadera, formar parte de los planes del viñador, crecer
con la misma savia, dar frutos porque estamos unidos a Él, que es la verdadera
vid. ¡¿Qué más se puede pedir!?
Sí, algo más: hacer realidad,
hacer creíble, ese texto que no se cita mucho y que a mí me parece
fundamental: Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado.
¿Por qué no se citará más?¡Qué texto tan sacramental, tan vivificador! “El
sacramento de la palabra, decía Ortega, es un sacramento de difícil
administración”. Cuanto más el sacramento/bálsamo de la Palabra. Las palabras
de Jesús vienen a dar al traste con muchas concepciones, no diré teológicas,
pero sí de algunas prácticas sacramentales que a muchos les resulta opresivas y
no liberadoras.
Estar limpios por su Palabra, por
haberla escuchado, por habernos adherido a su mensaje, por haber confiado en
Él, por haber estado atento cuando nos proclaman la Palabra y a la que
respondemos al unísono, como signo de aceptación total: Palabra de Dios. Te
alabamos, Señor. ¿Cabe mayor confesión de fe y confianza en su Palabra, en
Él, el viñador, la vid, el viñedo completo, que es la Palabra viva sanadora,
purificadora?
Previamente le pedimos perdón al
Señor, reconociendo nuestras faltas, con el Yo confieso… o con el Señor,
ten piedad… y a continuación, tras las lecturas, Él nos da la respuesta: Por
mi palabra estáis limpios,porque la hemos escuchado atentamente, no oído como
quien oye llover, y, por eso, la aceptamos, la queremos hacer realidad
verdadera, y necesitamos acogerla con limpieza interior, con franqueza y
corazón amplio. Así nos insertamos en la Viña/Vida y no somos un racimo
colgando sin sentido, esperando que alguien nos arranque de la vid o que nos
sequemos porque ya no tenemos savia, convertidos en rugosas pasas, sin habernos
exprimido y dado lo mejor de nosotros mismos.
Solo así el vino de la
Eucaristía, al igual que el pan, transustanciado, transignificado y, por tanto,
transfinalizado, en sangre de Jesús, nos hace partícipes de la vida divina. Nos
lleva más allá de la inmediatez y materialidad de los elementos utilizados: el
pan, el vino. Se ha producido una, bien podemos llamarlo así, transfusión de
vida. Todo va “más allá”.
“In vino veritas” decían los
clásicos. “En el vino está la verdad”. Si se bebe en exceso, la verdad que se
pueda decir con el vino, resulta es un trabalenguas absurdo, irrisorio. Benjamín
Franklin decía: “Toma consejo en el vino, pero decide después con agua”.
Tomemos vida en el vino/sangre de Cristo, pero decidamos, actuemos, con el agua
derramada de su costado, agua que salta hasta la vida eterna. Para eso,
simbólicamente, las mezclamos.
Todos estos símbolos del
evangelio de San Juan están llenos de contenido y hemos de desentrañarlos. No
están dichos porque sí, sino porque quieren transmitirnos la verdad de fondo:
comer su pan/cuerpo, beber su vino/sangre es participar ya de la Vida nueva del
Reino.






