En la Biblia se encuentran diferentes ejemplos en los que se combate la hipocresía
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| El Papa a su llegada al Aula Pablo VI. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
El Papa Francisco presidió la Audiencia General desde
el Aula Pablo VI este miércoles 25 de agosto y lamentó la existencia de
hipocresía dentro de la Iglesia, algo “particularmente detestable”. El Santo
Padre explicó en su catequesis en qué consiste la hipocresía y cómo combatirla.
A continuación, el texto completo de la catequesis del
Papa Francisco:
Hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La Carta a los Gálatas informa de un hecho bastante
sorprendente. Como hemos escuchado, Pablo dice que hizo una corrección a Cefas,
es decir a Pedro, ante la comunidad de Antioquía, porque su comportamiento no
fue bueno.
Escribiendo a los Gálatas, Pablo menciona a propósito
este episodio que había sucedido en Antioquía años antes. Pretende recordar a
los cristianos de esas comunidades que no deben absolutamente escuchar a los
que predican la necesidad de circuncidarse y por tanto caer “bajo la Ley” con
todas sus prescripciones.
Recordemos que son aquellos predicadores
fundamentalistas que llegaron allí y crearon confusión, quitaron la paz a
aquella comunidad.
Objeto de la crítica hacia Pedro era su comportamiento
en la participación en la mesa. A un judío la Ley le prohibía comer con los no
judíos. Pero el mismo Pedro, en otra circunstancia, había ido a Cesárea a la
casa del centurión Cornelio, incluso sabiendo que trasgredía la Ley. Entonces
afirmó: «me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningún
hombre» (Hch 10,28).
Una vez que volvió a Jerusalén, los cristianos
circuncisos fieles a la Ley mosaica reprocharon a Pedro este comportamiento
suyo, pero él se justificó diciendo: «Me acordé entonces de aquellas palabras
que dijo el Señor: Juan bautizó con agua, pero vosotros series bautizados con
el Espíritu Santo. Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que a
nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner
obstáculos a Dios?» (Hch 11,16-17).
Recordemos que el Espíritu Santo vino en aquel momento
a casa de Cornelio cuando Pedro acudió allí.
Un hecho similar había sucedido también en Antioquía
en presencia de Pablo. Primero Pedro estaba a la mesa sin ninguna dificultad
con los cristianos venidos del paganismo; pero cuando llegaron a la ciudad
algunos cristianos circuncisos de Jerusalén, es decir, aquellos que procedían
del judaísmo, entonces ya lo no hizo, para no incurrir en sus críticas.
Estemos atentos a esto. El error es que estaba más
atento a las críticas, a quedar bien, que a la realidad de la revelación.
Esto es grave a los ojos de Pablo, también porque
Pedro era imitado por otros discípulos, el primero de todos Bernabé, que junto
con Pablo había evangelizado precisamente a los Gálatas (cfr Gal 2,13). Sin
quererlo, Pedro, con esa forma de actuar, no claro, no transparente, creaba de
hecho una división injusta en la comunidad.
Pablo, en su reproche, utiliza un término que permite
entrar en el fondo de su reacción: hipocresía (cfr Gal 2,13). Esta es una
palabra que regresará varias veces. Hipocresía. Creo que todos nosotros sabemos
lo que significa. La observancia de la Ley por parte de los cristianos llevaba
a este comportamiento hipócrita, que el apóstol pretende combatir con fuerza y
convicción. Pablo era recto. Tenía sus defectos, muchos, su carácter era
terrible. Pero era recto. ¿Qué es la hipocresía? Cuando decimos: “Atento que
ese es un hipócrita”. ¿Qué queremos decir?
Se puede decir que es miedo por la verdad. El hipócrita
tiene miedo a la verdad. Se prefiere fingir en vez de ser uno mismo. Es como
disfrazar el alma, disfrazar las actitudes, disfrazar el modo de proceder. No
es la verdad. Tengo miedo de proceder como soy y me disfrazo con estas
actitudes.
Fingir impide la valentía de decir abiertamente la
verdad y así se escapa fácilmente a la obligación de decirla siempre, sea donde
sea y a pesar de todo. Fingir te lleva a esto: a la media verdad, y la media
verdad es una ficción porque la verdad es verdad o no es verdad, y la media
verdad es ese modo de actuar que no es sincero.
Se prefiere, como he dicho, fingir impide la valentía
de decir abiertamente la verdad y así se escapa fácilmente a la obligación, que
es un Mandamiento, de decirla siempre, sea donde sea y a pesar de todo. En un
ambiente donde las relaciones interpersonales son vividas bajo la bandera del
formalismo, se difunde fácilmente el virus de la hipocresía.
Esa sonrisa que no viene del corazón. Tratar de estar
bien con todos, pero con nadie.
En la Biblia se encuentran diferentes ejemplos en los
que se combate la hipocresía. Un bonito testimonio es el del viejo Eleazar, a
quien se le pedía que fingiera que comía carne sacrificada a las divinidades
paganas para salvar su vida. Hacer como que la comía, pero no la comía. O hacer
que comía la carne del cerdo, pero en realidad comía otra que le habían
preparado sus amigos.
Pero ese hombre con temor de Dios respondió: «Porque a
nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos jóvenes creyendo que
Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas, también
ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto de vida, se desvíen
por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez» (2 Mac 6,24-25). Es
honesto. No entra en el camino de la hipocresía. ¡Qué bonita página sobre la
que reflexionar para alejarse de la hipocresía!
También los Evangelios narran diferentes situaciones
en las que Jesús reprende fuertemente a aquellos que aparecen justos al
externo, pero dentro están llenos de falsedad y de iniquidad (cfr Mt 23,13-29).
Si tenéis hoy un poco de tiempo tomad el capítulo 23 del Evangelio de San Mateo
y vedéis cuántas veces Jesús dice “hipócritas, hipócritas, hipócritas”. Desvela
qué es la hipocresía.
El hipócrita es una persona que finge, adula y engaña
porque vive con una máscara en el rostro y no tiene el valor de enfrentarse a
la verdad. Por esto, no es capaz de amar verdaderamente. Un hipócrita no sabe
amar. Se limita a vivir de egoísmo y no tiene la fuerza de demostrar con
transparencia su corazón. Hay muchas situaciones en las que se puede verificar
la hipocresía.
A menudo se esconde en el lugar de trabajo, donde se
trata de aparentar amigos con los colegas mientras la competición lleva a
golpearles a la espalda. En la política no es inusual encontrar hipócritas que
viven un desdoblamiento entre lo público y lo privado. Particularmente
detestable es la hipocresía en la Iglesia. Por desgracia, existe la hipocresía
en la Iglesia y hay muchos cristianos y muchos ministros hipócritas.
No deberíamos olvidar nunca las palabras del Señor:
“Sea vuestro lenguaje: ‘sí, sí’; ‘no, no’; que lo que pasa de aquí viene del
Maligno” (Mt 5,37). Hermanos y hermanas, pensemos hoy en esto que Pablo
condena: la hipocresía. Y que Jesús condena: la hipocresía. No tengamos miedo
de ser sinceros, de decir la verdad, sentir la verdad, conformarnos con la
verdad. Así podremos amar. Un hipócrita no sabe amar. Actuar de otra manera
significa poner en peligro la unidad en la Iglesia, por la cual el Señor mismo
ha rezado.
Fuente: ACI Prensa






