Mark de Vries es un popular bloguero católico
| Mark de Vries con Kitty, su mujer. |
A sus 38 años, Mark
de Vries es un bloguero católico de Groningen (Países Bajos) cuyas
publicaciones se han difundido en grandes medios de comunicación católicos como National Catholic Register, EWTN, The Remnant o Rorate Coeli.
Miembro de la Latin Liturgy Society, le
apasiona la historia, la fotografía y la actualidad de la Iglesia, pero cuenta
en su blog, In Caelo et in
Terra, que no siempre fue así. Tras años de un profundo agnosticismo, encontró la fe movido por
la curiosidad y una compañera de la universidad.
Una vida religiosa estancada y sin fe durante la juventud
El primer contacto de Mark con la religión tuvo lugar durante su infancia y educación en una
escuela protestante. “Aunque eso me dio un conocimiento práctico de la
Biblia y los fundamentos del cristianismo, no resultó en una fe viva en mi vida”.
“Me consideraba
ateo cuando empecé la secundaria, aunque eso no me impidió interesarme por
algunos elementos de las clases de educación religiosa”, escribe Mark.
Frecuentemente participaba
en las celebraciones escolares de Pascua y Navidad y asistía a los servicios
protestantes, pero explica que todo aquello “no condujo a ninguna forma de conversión, y me dejaron con
una imagen seca del cristianismo”.
“¡Que diferente
sería aquello de mis primeras impresiones del catolicismo!”, exclama Mark,
que siempre estuvo abierto e interesado a la idea de saber más sobre el
cristianismo.
La curiosidad y la amistad
motivaron su acercamiento a la fe
“Aunque probablemente se remontase lejanamente a este periodo, mi
conversión propiamente dicha comenzó en Adviento de 2005, cuando le pregunté a una amiga católica si
podía acompañarla a misa de lunes a viernes”.
Inicialmente, todo
comenzó como un juego para satisfacer su propia curiosidad, ya que siempre
tuvo un profundo interés
por la historia y las iglesias antiguas fueron durante años uno de sus
destinos turísticos preferidos.
Sin embargo, todo lo que para Mark comenzó con la curiosidad
continuó como algo personal. “En alguna parte, algo me provocó. Es difícil precisar exactamente lo que fue,
pero me llevó a ir con más frecuencia”. Cuenta que entonces seguía en la
universidad, y que en lugar de ir a la cafetería durante los descansos buscaba
el modo de ir a misa.
El mensaje de los fieles y
la Iglesia derribaron sus prejuicios
“¿Por qué seguí yendo?”, se pregunta. “Un aspecto importante fue que, de una manera muy normal, me sentí bienvenido por las
decenas de fieles que iban a misa a diario, también por el párroco y
cada vez por más católicos al margen de la parroquia”.
Sin embargo, Mark seguía apegado a un cierto ateísmo que le generaba algunas preguntas.
“¿Quién soy yo para decir que todas estas personas, inteligentes y educadas,
están equivocadas? ¿Qué hay del párroco, historiador del arte que transmite la
Palabra de Dios y lleva 25 años administrando los sacramentos?” se preguntaba.
No tardó en mirar atrás y plantearse los pasos que ya había dado.
“¿Fue solo una diversión, curiosidad o para conocer gente nueva?”, se
preguntaba.
Sin embargo, pensaba que todo lo que veía durante las misas y en
conversaciones con otros católicos encajaba muy bien con su forma de ver la vida.
“La importancia del amor, la responsabilidad de
las propias acciones o como debería ser la relación entre Dios y las personas. En todo eso estaba de
acuerdo. La sociedad fría
y dura en la que vivimos no ofrecía una vida satisfactoria y supe que
coincidía también con la Iglesia en eso”.
"¿Por qué
católico?"
Intrigado y motivado con cómo se desarrollaban los
acontecimientos, Mark siguió involucrándose en su parroquia y profundizó en el pensamiento
católico. “Un año después de mi primera experiencia en la misa, a finales
de 2006, le dije al párroco que quería comenzar el camino hacia el bautismo”.
Mark preguntó a su amiga católica de la universidad si quería ser
su madrina de bautismo y accedió. “El 7 de abril de 2007 –con 24 años– me bauticé, me confirmé y recibí
la primera comunión en la catedral de San José en Groningen, en una
ceremonia realizada por el obispo –ahora cardenal– Wim Eijk. Desde el 24 de
marzo de 2017, Mark está felizmente casado con la que fue su novia y prometida
durante cuatro años, Kitty.
Años después se pregunta los motivos por los que se convirtió a la
fe católica y no a cualquiera de las muchas confesiones presentes en los Países
Bajos. “La fe católica no
se presenta solo como una cuestión de palabras y pensamiento, sino que se refiere a toda la persona,
cuerpo, alma, cabeza y corazón”; escribe.
“Me encontré un lugar –la Iglesia– en el que me sentía cada vez mejor a medida
que aprendía más sobre ella. Ese estudio de la fe no solo significaba
adquirir un mayor conocimiento, sino una relación creciente con la fuente de esa fe: Dios”, escribe
Mark.
Contra los tópicos
anticristianos
Años después de su conversión, destaca la necesidad de vivir la fe
como un compromiso en lugar de un sentimiento.
“Cuando me siento en la Iglesia y no parezca que sucede mucho, no
es razón para rendirme. El bautismo es de por vida, también los votos que hice
entonces y la fe que expresé en el Credo. El mensaje de Cristo es una promesa, incluso en los días más
oscuros y puede parecer que está ausente. Él está ahí para mí, pero yo
también tengo que estar ahí para Él”.
Recapitulando los motivos por los que mantiene día a día su fe,
son toda una negación de
los grandes tópicos contra los creyentes.
“No creo en Dios
por miedo: la cosmovisión secular no funciona, y no temo al mundo en que
vivimos, pero creo que son mejores con Dios en ellos”.
¿Tener la fe te hace la vida más fácil? Al contrario, opina, “no tener fe es más fácil, la
mayoría de las personas admiten que no tienen fe y se les anima a mantenerla en
privado si la tienen”.
Lejos de creerse una mejor persona por tener fe, admite que
gracias a ella sabe que hay
una forma de mejorar. “Tener fe no me convierte en buena persona. La fe sin buenas obras es inútil”,
concluye.
Fuente: ReL





