14 – Agosto. Sábado. San Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir
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Evangelio
según san Mateo 19, 13-15
Entonces
le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase,
pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a
los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los
cielos». Les impuso las manos y se marchó de allí.
Comentario
Después
de haber escuchado ayer la enseñanza de Jesús sobre la indisolubilidad del
matrimonio, contemplamos a unos niños que son presentados a Jesús. Una
significativa secuencia: una vez unidos para siempre el hombre y la mujer en el
matrimonio, aparecen en escena los niños, fruto de esa unión. El evangelista no
indica quiénes llevan a esos niños pero parece indicarlo con el episodio
anterior: los padres. Y es que la fama de Jesús crecía: curaba a los más
débiles, entre ellos a los niños. Es fácil imaginar, por lo tanto, a los padres
que llevaban a Jesús a sus hijos pequeños, todavía débiles, para que los bendijera,
para que, con la imposición de las manos, o con solo tocarlos, los protegiera
de las enfermedades y del poder del maligno.
Es
conmovedor fijar la mirada en Jesús rodeado de niños, jugando con ellos,
sonriéndoles, preguntándoles sus nombres, su edad...; instruyéndoles para que
sean buenos hijos de sus padres, buenos hermanos…; y hablándoles de su Padre
del Cielo. Una escena terrena y celestial a la vez: aquel momento fue una clara
manifestación de lo que ha de ser en la tierra el Reino de los Cielos, y un
reflejo de cómo será ese reino en el más allá para aquellos que en la tierra se
han comportado como niños delante de Dios. Por eso acogemos con humildad la
advertencia de San Josemaría: “No olvides que el Señor tiene predilección por
los niños y por los que se hacen como niños” (Camino, n. 872).
Josep
Boira
Fuente:
Opus Dei






