10 – Agosto. Martes. San Lorenzo, diácono y mártir
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Evangelio según san Juan 12,
24-26
En verdad, en verdad os digo: si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da
mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a
sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera
servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a
quien me sirva, el Padre lo honrará.
Comentario
El Papa Sixto II fue decapitado
en el año 258 durante la persecución de Valeriano. Uno de sus diáconos,
Lorenzo, se salvó temporalmente porque estaba a cargo de los bienes de la
Iglesia: le dieron cuatro días para traerlos. Lorenzo distribuyó entonces esos
bienes a los pobres. Una vez transcurrido el plazo, se presentó ante el
magistrado acompañado de pobres y enfermos. “Estas son las riquezas de la
Iglesia”, habría dicho. Los pobres y los enfermos son un tesoro. Hay una
misteriosa presencia de Dios en sus sufrimientos. Se asocian especialmente a la
cruz de Jesús.
El testimonio de san Lorenzo no
carece de sentido del humor. "Dios ama al que da con alegría" (2 Cor
9,7). El sentido del humor muestra la humildad y una cierta distancia con un
mundo que pasa, pero que nos gusta amar y reconducir a Dios. A través de su
trabajo diario hecho santo, el bautizado une la creación con la redención. Al
acercarse la solemnidad del 15 de agosto, que la Virgen María, Madre de la
esperanza, nos ayude a realizar esta tarea con buen humor, con un corazón firme
y confiado (cf. Sal 112 [111],7-8).
Guillaume Derville
Fuente: Opus Dei