El Papa Francisco subrayó la importancia de la Ley para “no caer en equívocos y realizar pasos en falso”, pero, al mismo tiempo, recordó que, después “lo que nos justifica es Jesucristo
El Papa Francisco durante la Audiencia General. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
Los Mandamientos se deben
cumplir, pero no nos dan la justicia. Es la gratuidad de Jesucristo, el
encuentro con Jesucristo lo que nos justifica gratuitamente”.
El Pontífice, durante la
Audiencia General de este miércoles 18 de agosto en el Vaticano, continuó en su
catequesis con las reflexiones en torno a la Carta de San Pablo a los Gálatas,
y, en concreto, meditó sobre el papel de la Ley en el cristianismo.
Francisco subrayó que los
cristianos, a los que denominó “hijos de la Promesa por la fe en Jesucristo”,
“no están bajo el vínculo de la Ley, sino llamados al estilo de vida arduo en
la libertad del Evangelio”. Sin embargo, hizo hincapié en que “la Ley existe”.
El apóstol divide la historia de
la salvación en dos momentos: “Antes de haberse hecho creyentes y después de
haber recibido la fe. En el centro se pone el evento de la muerte y
resurrección de Jesús”.
Esta división que realiza San
Pablo implica que existe “un ‘antes’ y un ‘después’ respecto a la misma Ley. La
historia precedente está determinada por el estar ‘bajo la Ley’; la sucesiva va
vivida siguiendo al Espíritu Santo”.
El Papa Francisco señaló que la
expresión “estar bajo la Ley” que usa San Pablo tiene un significado subyacente
que “conlleva la idea de un sometimiento negativo, típico de los esclavos”.
“El Apóstol lo explicita diciendo
que cuando uno está ‘bajo la Ley’ se está como ‘vigilado’ o ‘cerrado’, una
especie de custodia preventiva. Este tiempo, dice San Pablo, ha durado mucho, y
se perpetúa hasta que se vive en el pecado”.
“En síntesis”, continuó el Santo
Padre, “la Ley lleva a definir la trasgresión y hacer a las personas conscientes
del propio pecado. Es más, como enseña la experiencia común, el precepto
termina por estimular la trasgresión”.
El Papa matizó que la visión de
la Ley de Israel que tiene San Pablo no es negativa, pero la ve limitada en el
tiempo. Es decir, para San Pablo “la Torah había sido un acto de magnanimidad
por parte de Dios con su pueblo. Ciertamente había tenido funciones
restrictivas, pero al mismo tiempo había protegido a su pueblo, lo había
educado, disciplinado y sostenido en su debilidad”.
En resumen, “la convicción del
apóstol es que la Ley posee ciertamente su propia función positiva, pero
limitada en el tiempo. No se puede extender su duración más allá de toda
medida, porque está unida a la maduración de las personas y a su elección de
libertad. Una vez que se alcanza la fe, la Ley agota su valor propedéutico y
debe ceder el paso a otra autoridad”.
El Papa Francisco concluyó su
catequesis insistiendo en que “esta enseñanza sobre el valor de la Ley es muy
importante y merece ser considerada con atención para no caer en equívocos y
realizar pasos en falso. Nos hará bien preguntarnos si aún vivimos en la época
en que necesitamos la Ley, o si en cambio somos conscientes de haber recibido
la gracia de habernos convertido en hijos de Dios para vivir en el amor”.
Por Miguel Pérez Pichel
Fuente: ACI Prensa