“Unidad en la Iglesia, unidad entre todos los creyentes, unidad en el mundo entero”
El Papa Francisco durante la audiencia. Foto: Vatican Media |
Con esas palabras, el Papa Francisco hizo
este sábado 25 de septiembre un llamado a la unidad, una unidad que, señaló,
debe darse “en círculos concéntricos”: Iglesia, creyente, mundo entero.
Durante la audiencia que concedió en el Palacio
Apostólico Vaticano a los obispos amigos del Movimiento de los Focolares, el
Santo Padre propuso como ejemplo de esa unidad el carisma de la fundadora de la
Obra de María, o Movimiento de los Focolares, Chiara Lubich, de la que destacó
su “sentido y servicio de la unidad”.
“En medio de las laceraciones y destrucciones de la
guerra, el Espíritu depositó en el joven corazón de Chiara una semilla de
fraternidad, una semilla de comunión”. Una semilla que, “se desarrolló y creció
atrayendo a hombres y mujeres de todas las lenguas y naciones con la fuerza del
amor de Dios, que crea la unidad sin anular la diversidad, al contrario,
valorizándola y armonizándola”.
“En el corazón del obispo, el Espíritu Santo imprime
la voluntad del Señor Jesús: que todos los cristianos sean uno, para alabanza y
gloria del Dios Uno y Trino y que el mundo crea en Jesucristo”, explicó.
Recordó que “el Papa y los obispos no estamos al
servicio de una unidad exterior, de una ‘uniformidad’: no, estamos al servicio
del misterio de comunión que es la Iglesia en Cristo y en el
Espíritu Santo, la Iglesia como Cuerpo vivo, como pueblo en camino en la
historia y al mismo tiempo más allá de la historia”.
En ese sentido, insistió en que el sueño de Dios, su
designio, es “reconciliar y armonizar todo y a todos en Cristo”.
Por último, recordó a “tantos testigos de nuestro
tiempo, pastores y laicos, que han tenido la ‘audacia de la unidad’, pagando en
persona un precio a veces muy alto. Porque la unidad que Jesucristo nos ha dado
y nos da no es la unanimidad, no es estar de acuerdo a toda costa: no. Obedece
a un criterio fundamental, que es el respeto a la persona, el respeto al rostro
del otro, especialmente del pobre, del pequeño, del excluido”.
Por Miguel Pérez Pichel
Fuente: ACI Prensa