17 – Octubre. Domingo XXIX del Tiempo Ordinario
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Marcos 10,
35-45
Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le
dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir». Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?». Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu
derecha y otro a tu izquierda». Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he
de beber, o bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». Contestaron: «Podemos». Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy
a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a
bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a
mí concederlo, sino que es para quienes está reservado». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago
y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo: «Sabéis que los que son
reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los
oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre
vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir y dar su vida en rescate por muchos».
Comentario
Camino de Jerusalén, Santiago y Juan parecen intuir
que los acontecimientos en la vida de Jesús están a punto de llegar a su
desenlace. Quizá notan que el apoyo popular a su Maestro está en el punto más
alto, y que en cualquier momento manifestará abiertamente su condición de
Mesías. El reino de Jesús estaría a punto de comenzar y ellos quieren
asegurarse un buen puesto en el gobierno.
El Señor no se desanima por la visión limitada de
Santiago y Juan. De hecho, aprovecha la ocasión para explicar a los Doce un
punto fundamental de su doctrina: que los grandes en su reino son los que saben
servir.
Jesús mira con realismo, sin ningún tipo de
ingenuidad, el afán de dominio que se esconde en muchos corazones: “Sabéis que
los que figuran como jefes de las naciones las oprimen, y los poderosos las
avasallan”. Hay personas que piensan que para ser grandes hay que imponerse
sobre los demás, controlar sus vidas, exprimir todo lo que puedan dar pensando
solo en el propio provecho. Son gentes que se encumbran por un momento pero,
pasado el tiempo, acaban generando rechazo en los demás.
El espíritu de servicio responde a la sed de grandeza
que hay en nuestro corazón. Sin embargo, nos muestra que el auténtico
crecimiento humano pasa por hacer crecer a los demás, no por dominar sobre sus
vidas. El afán de servicio nos abre unos horizontes infinitos: todas las personas
que encontramos pueden recibir un gesto de servicio nuestro, por más pequeño
que sea. La persona servicial toca la vida de muchas personas y marca en ellas
una diferencia. Es magnánima, porque no escatima esfuerzos para ayudar a los
demás.
La historia de la Iglesia está marcada por santos que
supieron servir. Podemos pensar en la figura de san Lorenzo mártir, cuidando a
los cristianos pobres de Roma; en san Martín de Porres, llamado “fray escoba”,
un mulato que se hizo hermano de los últimos; más recientemente, tenemos la
admirable historia de santa Teresa de Calcuta, cuidando a los enfermos y
abandonados en India.
San Josemaría nos anima a contemplar cómo Cristo reina
sirviendo, y nos señala una consecuencia: “Si dejamos que Cristo reine en
nuestra alma, no nos convertiremos en dominadores, seremos servidores de todos
los hombres. Servicio. ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a mi Rey y, por Él,
a todos los que han sido redimidos con su sangre” (Es Cristo que pasa, n.
182). Esta es la magnífica misión de los cristianos: servir a todas las almas,
con grandeza de ánimo.
Rodolfo Valdés
Fuente: Opus Dei





