Fue una figura fundamental en la Curia Vaticana: será «justo entre las naciones»
El cardenal Tisserant fue una figura eclesial de primer nivel en el siglo XX |
Pese a las evidencias
que durante décadas se han ido haciendo públicas la Leyenda Negra que
afirma que el Vaticano, y Pío XII en particular, el
Papa que ocupaba entonces la cátedra de San Pedro, no hicieron nada para salvar
a los judíos de la persecución y exterminio nazi sigue en el
imaginario de buena parte de la sociedad.
Sin embargo, los datos desmontan estos mitos interesados
en dañar la imagen de la Iglesia. Son conocidas las redes de la Iglesia
para ocultar a disidentes y perseguidos, y el apoyo que brindó el mismo
Papa a estas actuaciones.
Ahora llega otro
importante reconocimiento a una de las figuras más relevantes de la Iglesia y
de la Curia Romana en el siglo XX. Israel ha declarado “justo entre las
naciones”, la más alta consideración a una persona no judía, al cardenal
francés Eugène Tisserant, junto al sacerdote André Boquin,
rector de la iglesia romana de San Luis de los Franceses, y el
diplomático François de Vial.
Pesos pesados de la Santa Sede salvando judíos
El cardenal Tisserant
era uno de los hombres fuertes de la curia romana en plena Segunda
Guerra Mundial y lo fue aún más posteriormente, incluido en el
Concilio Vaticano II. A lo largo de su trayectoria fue lo que hoy sería el
cargo de prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, presidente
de la Comisión Pontificia Bíblica, prefecto de la Congregación de Ceremonias,
Bibliotecario y Archivero de la Santa Iglesia Romana, además de gran maestre de
la Orden Santo Sepulcro de Jerusalén. Algunos de estos cargos los fue
compatibilizando a lo largo de su vida.
Pero además este
purpurado francés será siempre conocido por haber sido el decano del
Colegio Cardenalicio, y por tanto, el que presidiera los cónclaves de 1958,
en el que se eligió Papa a San Juan XXIII, y el de 1963, del que
salió Papa San Pablo VI.
Protagonismo fundamental
tuvo también el cardenal Tisserant en el Concilio Vaticano II, donde formó
parte de la presidencia y cuya firma aparece justo a continuación de
la de la Papa en los documentos conciliares.
Este es el perfil a la
que se ha reconocido por su labor de auxilio del pueblo judío. Es
imposible separar su alto perfil en el Vaticano de su persona, lo cual
desmonta una vez más las críticas vertidas hacia la Santa Sede en esta
cuestión.
El 21 de octubre se dio
a conocer este galardón de “Justo entre las naciones” a estas tres
personalidades, y en una fecha aún por determinar se celebrará una ceremonia
donde se les otorgará este reconocimiento a título póstumo. Son en
total 28.000 personas de más de 50 países las que ya lo han recibido y
se encuentran en el Yad Vashem de Jerusalén.
Una historia mantenida en secreto hasta 1998
En este caso se ha
reconocido como el cardenal, el clérigo y el diplomático trabajaron de manera
conjunta para salvar la vida al joven judío francés Miron Lerner,
perseguido por los nazis.
Los hechos se remontan a
1943 en una Roma ocupada por los nazis. Sin embargo, el acto heroico que
realizaron se mantuvo oculto hasta 1998, cuando Miron Lerner contó la
historia de cómo le salvaron la vida a él, y cómo en ese tiempo
también fue testigo de la cantidad de judíos que habían sido salvados por la
Iglesia en la capital italiana.
Este joven nació en
Paris en 1927 en el seno de una familia judía procedente de Odessa. Se
encontraba en Roma escondido cuando conoció al padre Marie-Benoit, un
capuchino que salvó a 4.500 judíos entre 1940 y 1944 y que fue el
primer clérigo en ser nombrado “justo entre las naciones”.
Un día tanto Lerner como
el fraile capuchino estuvieron a punto de ser arrestados, y sólo se salvaron
porque fueron advertidos unos momentos antes. Al no poder regresar a donde
estaba un sacerdote le recomendó que acudiera al cardenal Tisserant.
El purpurado, entonces
secretario (lo que hoy sería prefecto) de la Congregación de las Iglesias
Orientales le tomó bajo su protección, haciendo gestiones para poder ocultarlo
y mantenerlo a salvo. Tal y como recoge Famille Chretienne, el
cardenal se lo confió al diplomático François de Vial, quien le ocultó unas
noches en su propia casa.
Más tarde, el cardenal
Tisserant introdujo al joven judío en un pequeño convento en el interior del
Vaticano. Lo hizo haciéndolo entrar tendido a sus pies en su coche,
ante la vigilancia de los soldados alemanes que custodiaban la
frontera entre la Santa Sede y la ciudad de Roma.
Cuando la situación se
fue complicando más, concretamente a principios de 1944, Lerner fue
enviado al convento de la iglesia de San Luis de los Franceses en el
corazón de Roma, siendo protegido por su rector, André Bouquin. Allí permaneció
hasta el verano de 1944, cuando Roma fue liberada por las tropas aliadas.
"Había bastantes judíos escondidos por el cardenal Tisserant
En 1998, cuando hizo
público su testimonio, Lerner reveló que el cardenal Tisserant salvó su vida,
pero también la de otros muchos judíos. “Lo que puedo decirles es que en los
conventos de Roma había bastantes judíos escondidos por el cardenal Tisserant”,
aseguró.
Pero ya antes de la
guerra el cardenal Tisserant había salido en auxilio de los judíos, ya
perseguidos por las leyes raciales. Y no dudó en enfrentarse al poder para
ello. En 1939, el doctor Guido Mendes fue despedido como director de un
hospital por el hecho de ser judío. El purpurado reaccionó
concediéndole una medalla de honor de la Congregación para las Iglesias
Orientales, lo que provocó la ira de Mussolini.
El propio hijo de
Mendes contó por escrito lo sucedido:
“La Santa Sede reaccionó con contundencia y el cardenal Tisserant envió la
siguiente carta a mi padre:
‘Este sagrado dicasterio
ha sabido con tristeza que usted ha dejado su cargo como director del sanatorio
Cesare Battisti. Recordando la atención y el cuidado más que paternal que
dedicaba a los jóvenes del Pontificio Colegio Etíope, que tuvierno que ser
hospitalizados en el sanatorio, sus frecuentes visitas para las consultas y su
solicitud por su estado de salud, esta Sagrada Congregación desea
enviarle hoy una palabra de aliento, y al mismo tiempo expresarle los más
sinceros agradecimientos y estima por la preciosa labor que usted desempeñaba.
»Teniendo esto presente, le
pedimos que acepte, Profesor, la medalla pontificia conmemorativa por el año
que acaba de terminar, como signo del homenaje de este sagrado dicasterio,
al que siempre será siempre un placer contar – si llega la ocasión – de poder
serle útil”. La carta fue firmada el 14 de enero de 1939.
Más adelante consiguió
visados para toda la familia Mendes para que así pudieran abandonar Italia. Lo
mismo hizo con el rabino Nathan Cassuto. Igualmente ayudó al profesor Aron
Friedman a encontrar trabajo en EEUU, e incluso llegó a esconderlo en su
residencia en el Vaticano. También han llegado testimonios de familias judías
de Verona y Letz que fueron ayudadas por este cardenal francés.
Javier Lozano
Fuente: ReL