El vicepresidente de la Federación Internacional de Médicos Católicos a sus colegas más jóvenes
| Foto (contextual): National Cancer Institute / Unsplash. |
La vocación
médica vive una época compleja, agredida por una ideología ambiente que
pretende alejar a quienes la practican no solo de principios morales básicos, como el No
matarás del Decálogo (con el aborto o la eutanasia, por
ejemplo), sino también de su código deontológico específico, incluido el
milenario juramento
hipocrático.
Ante estas circunstancias, muchos cristianos médicos -o aspirantes a serlo- pueden ver
mermado su entusiasmo por el ejercicio de la profesión.
A ellos se ha dirigido la Federación Internacional de Asociaciones
Médicas Católicas (FIAMC) a través de una carta que firma
su vicepresidente, John I.
Lane, y que arranca con una cita significativa de El
Señor de los Anillos de JRR Tolkien exhortando
a asumir (y en ese sentido, amar) el tiempo que se vive, con todas sus cruces.
Carta de la FIAMC a los estudiantes de Medicina y a los médicos jóvenes
-Desearía que
no hubiera ocurrido en mi época -dijo Frodo.
-Yo también
-dijo Gandalf-, y todos los que viven para ver esos tiempos. Pero eso no es
algo que deban decidir ellos. Lo único que tenemos que decidir es qué hacer con
el tiempo que se nos da.
J.R.R.
Tolkien, "El Señor de los Anillos"
Estimados colegas,
Os escribo a petición de nuestro presidente, el doctor Bernard Ars, para animaros en
vuestra vocación en estos tiempos difíciles.
A menudo se dice que en Medicina nos apoyamos en gigantes, los
hombres y mujeres que nos precedieron, haciendo avanzar la ciencia y la
práctica de la medicina en beneficio de nuestros pacientes y de la sociedad. Tenemos una gran deuda con
nuestros predecesores, cuyos trabajos y estudios han permitido aliviar
muchos sufrimientos y ampliar nuestras expectativas de vida hasta un punto que
habría sido inimaginable hace un siglo.
Verdades físicas y morales
negadas
Sin embargo, durante este mismo período de rápida expansión del
conocimiento científico y médico, los fundamentos filosóficos de la ciencia (o
filosofía natural, como la conocían nuestros antepasados medievales) se han
erosionado hasta el punto de que hasta las verdades físicas absolutas (por no hablar de las verdades
morales) son negadas, incluso por el establishment médico supuestamente
reputado.
Los padres fundadores de Estados Unidos dieron por sentada la
existencia de estas verdades evidentes en las que se
basan los derechos humanos que nos ha otorgado Dios. En la Declaración de
Independencia atribuyen específicamente estas verdades a las "Leyes de la
naturaleza y al Dios de la naturaleza". Como cultura, ahora hemos puesto
en tela de juicio esas verdades, y al hacerlo hemos creado un entorno en el que la medicina y
la ciencia en sí mismas se convierten en un ejercicio político, una voluntad
de poder nietzscheana.
¿Cómo hemos llegado a esta coyuntura? Para responder a esta
pregunta, es útil considerar el ascenso y la caída de la universidad en la civilización
occidental.
El principio teológico
unificador
Estas instituciones surgieron a partir de las escuelas
catedralicias que se establecieron hacia la segunda mitad del primer milenio
para la educación y formación de los clérigos. Pronto se ampliaron para incluir a los jóvenes laicos interesados
en la educación superior formal. A finales del primer milenio, se crearon
universidades con estatutos papales en Padua, París y Oxford. En la época de la
Reforma, había 81
universidades con cédulas papales o reales en toda Europa occidental y
oriental.
El plan de estudios se componía de las 7 artes liberales (aritmética, geometría, astronomía,
teoría musical, gramática, lógica y retórica) y las 3 filosofías o ciencias aristotélicas (física,
metafísica y filosofía moral). La teología surgió del estudio de la filosofía
moral y se la denominó la reina de las ciencias, un apelativo bastante extraño
para el oído moderno.
Bien entendidas, las demás artes y ciencias nos enseñaban lo que podíamos hacer,
pero solo la teología podía enseñarnos lo que debíamos hacer. La teología es el principio
unificador sobre el que se construyó el sistema universitario. Los
profesores de esta disciplina ocupaban los puestos más prestigiosos y solían
acaparar la mayor parte de los recursos universitarios.
La ciencia usurpa el lugar
Todo esto cambió con el éxito explosivo de las ciencias experimentales a partir
del siglo XVIII en la estela del Siglo de las Luces. A finales del siglo XIX,
las ciencias físicas habían sustituido a la teología como la más prestigiosa de
las disciplinas académicas.
La ciencia
intenta ahora ocupar el lugar que tenía la teología como principio unificador
de la universidad, pero por supuesto carece de toda capacidad para hacerlo. No
puede decirnos lo que debemos hacer. De hecho, a menudo está animada por lo que
se ha denominado el imperativo
tecnológico (si podemos hacerlo, debemos hacerlo).
La universidad se ha convertido en la diversidad, un conglomerado
de silos de conocimiento independientes sin un principio unificador cohesivo.
Esta mentalidad ha creado un entorno en el que si algo no se puede medir o
cuantificar no existe. Como resultado, hemos llegado a vivir en un mundo sin Dios.
Consejos a un médico joven o
estudiante de Medicina
Como médicos cristianos, ¿cómo debemos responder? Mi consejo es tener siempre presente el
principio teológico de la Imago Dei. Todos estamos
hechos a imagen y semejanza de Dios. Este principio os guiará a la hora de
decidir lo que debéis hacer, y qué tratamiento será el mejor para vuestros
pacientes. Encarna una antropología
cristiana adecuada que puede iluminar el plan de Dios para vuestra
vida y la de vuestros pacientes.
La Iglesia se ha pronunciado enérgicamente sobre este principio,
especialmente en la Donum Vitae y la Dignitas
Personae. Tanto San
Juan Pablo II, en Fides et Ratio, como Benedicto XVI, en su discurso
de Ratisbona, han sostenido con elocuencia que la razón necesita la fe, y la fe
necesita la razón. Una frenará los excesos de la otra y ambas disciplinas serán
mejores por ello.
Desde el punto de vista técnico, sed los mejores médicos que
podáis ser. Vuestra
experiencia profesional dará crédito a vuestro testimonio cristiano.
La vocación del médico cristiano no se vivirá sin conflictos,
dados algunos de los aspectos más tóxicos de nuestra cultura.
Habrá cruces que soportar. Acudid con frecuencia a los sacramentos. Las gracias
abundarán.
Apoyaos en vuestros compañeros médicos católicos para que os guíen y apoyen.
Uníos a vuestras asociaciones
médicas católicas nacionales e internacionales .... y rezad sin cesar. Oremus
ad invicem.
Vuestro en Cristo,
John I. Lane, MD
Traducción de Elena Faccia Serrano.
Fuente: ReL





