23 – Noviembre. Martes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 21,
5-11
Y como algunos hablaban del
templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos,
Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará
piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro,
¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para
suceder?». Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en
mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras
ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis
pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será
enseguida». Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino
contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y
pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Comentario
Estamos ya en los últimos días del
año litúrgico y es tiempo para escuchar las palabras de Jesús sobre el fin de
los tiempos. No nos va a desvelar lo que quizá muchos quisieran saber: ¿cuándo
será?; pero el Maestro, que siempre nos pide confianza en su palabra, no quiere
dejarnos en la total ignorancia acerca del final.
Se encontraba Él ante el Templo,
y quienes le acompañaban se maravillaban de su esplendor. Ese Templo, destruido
una vez por el ejército babilónico y levantado de nuevo tras el exilio, había
sido ampliado y embellecido a manos de Herodes el Grande.
Sin embargo, Jesús les avisa de
que será destruido definitivamente. Así ocurrió en el año 70 a manos del
ejército romano de Tito. Una predicción tan alarmante provocó preocupación en
los oyentes: querían conocer los indicios de semejante desgracia. Pero Jesús
cambia su discurso: mayores cataclismos estaban por venir. Y habrá quien
aproveche la llegada de esos desastres para proclamar falsos mesianismos,
anuncios de un fin inmediato.
Un vistazo a la historia confirma
las palabras de Jesús: ¡cuántas guerras, cuántas calamidades, cuánto
sufrimiento! A pesar de todo, Jesús, con su divina autoridad, quiere darnos
seguridad, fortaleza.
Son señales aterradoras, pero no
para un cristiano, pues “sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de
los que aman a Dios” (Rm 8,28). También cada uno, en su particular presente,
puede verlo todo difícil, pero la palabra de Dios, Jesús, está siempre cerca
para sostenernos.
Por eso, nos dice San Josemaría:
“Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no se vislumbra una
salida. Imposible, esta vez, superar las dificultades. Pero, ¿me has vuelto a
olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente, infinitamente sabio,
misericordioso. Él no puede enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te conviene,
aunque los ojos tuyos de carne estén ahora ciegos. –Omnia in bonum”[1].
[1] San
Josemaría, Via Crucis, estación 9ª, n. 4.
Josep Boira
Fuente: Opus Dei





