8 – Noviembre. Lunes de la XXXII semana del Tiempo Ordinario
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Lucas 17, 1-6
Dijo, pues, a sus discípulos: «Es
imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca! Al que
escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una
piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te
ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete
veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo
perdonarás». Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El
Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.
Comentario
En el contexto de su segunda
etapa del viaje a Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos, esta vez
para abordar tres temas muy importantes para la vida comunitaria: el escándalo,
el perdón y la fe. Y lo hace en medio del acecho de los fariseos contra quienes
se enfrenta una y otra vez. De hecho, hemos escuchado, en el capítulo anterior,
a Jesús, hablando así a los fariseos: “Vosotros queréis pasar por hombres de
bien ante la gente, pero Dios conoce vuestros corazones.”
La Palabra de Dios hoy nos hace
caer en la cuenta de tres aspectos que son pilares para una comunidad cristiana
y que están íntimamente relacionados. Y empiezo por el último, el de la fe:
Necesitamos alimentar nuestra fe en el Dios Padre de misericordia, que nos ha
creado y nos ha hecho sus hijos; Sólo desde esta mirada de fe, podemos sentir
la fuerza y el deseo de vivir desde ese Amor y de sentir la necesidad de ser
transformados por Él.
Bajo la luz de la misericordia de
Dios, necesitamos reconocer la parte de pecado que hay en cada uno de nosotros;
ser conscientes de nuestras contradicciones e incoherencias, atrevernos a
nombrarlas y reconocerlas, a pedir perdón por ellas, a trabajarlas, a dejar que
el Espíritu también trabaje en nosotros y a descubrirnos finalmente como
pecadores perdonados y salvados; capaces, por ello, de perdonar también a los
demás. Una vida que se ha dejado amasar por el amor y el perdón de Dios, es una
vida que camina hacia la autenticidad. Y toda vida auténtica es un estímulo que
ayuda a crecer a otros: somos responsables de los demás.
Pero si nuestra vida se resiste a
dejarse transformar; si nos instalamos en la arrogancia, en la prepotencia, en
la rigidez frente a los otros. Si nuestro esfuerzo se centra en cuidar la
“buena imagen” aunque nuestro corazón esté lleno de resentimiento y de tareas
de crecimiento humano pendientes, la vida acaba convirtiéndose en “doble vida”.
Es decir una vida dividida y rota por las contradicciones no abordadas y no
trabajadas. Una vida que, si no se abre a un proceso de verdad y sanación, va
destruyéndose y puede también destruir a aquellos que están cerca y que
son más vulnerables: a esta capacidad de herir y destruir se refiere Jesús
cuando habla de “escandalizar a los pequeños” y ya sabemos lo duro que es con
la persona que escandaliza: más le valdría que le encajaran en el cuello
una piedra de molino y lo arrojasen al mar.
Y es que la cosa no es de broma:
Hoy en día se habla mucho en los medios de comunicación de los escándalos
políticos, económicos y también de la iglesia. Y nos referimos a situaciones
que con frecuencia nos asombran y nos descolocan porque se refieren a
comportamientos de personas en las que habíamos puesto una cierta confianza
porque su vida nos resultaba creíble, moralmente verdadera. Y, de repente,
salen a la luz historias escondidas que nos sorprenden, que no esperábamos, que
no concuerdan con la imagen, con frecuencia un poco idealizada, que nos
habíamos hechos de estas personas. Situaciones que, a medida que se van
destapando, nos permiten descubrir, escondidas, historias dolorosas de víctimas
que son, casi siempre, personas muy vulnerables.
Pero no miremos hacia fuera, sino
que meditemos en nuestra propia historia y en aquellas situaciones en las que
hemos podido escandalizar a otras personas, cómo hemos podido influir
negativamente sobre su proceso de vida y de fe. Qué descubro que necesito
recomponer, curar. A quiénes necesito pedir perdón y perdonar. Qué fe necesito
pedir para poder mirar con ojos de misericordia todo lo vivido.
Fuente: Dominicos