A veces se trata de vivir en un cierto equilibrio, aceptando que no lo controlo todo, confiando en que Dios me haga dar fruto...
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El
orden es un valor deseable. Es un bien tener el corazón ordenado, la vida en
orden y la cabeza bien amueblada.
Quiero tener las prioridades claras para
que mis actos se correspondan con lo que deseo vivir.
Desearía determinar los valores que defiendo y conseguir que los amores
tengan un orden dentro de mí.
Vivir con orden me da paz, mientras que vivir
desordenado me la quita.
Hay emociones que surgen en el alma sin saber
bien de dónde vienen. Surgen y me desordenan por
dentro.
¿Por qué mis fuertes sentimientos?
No sé
ponerles nombre a mis emociones, no logro entender lo que siento,
por qué lo siento, lo que me pasa por dentro.
No sé explicarlo, no sé expresar lo que
estoy sintiendo. Lo que me duele, lo que me alegra, lo que me inquieta,
lo que me turba. Los miedos que se apoderan de mi alma y me despiertan.
Me cuesta saber bien lo que tengo dentro, comprender mis lágrimas,
o esa tristeza honda que no me deja.
No sé por qué reacciono de esta
manera cuando lo que ha ocurrido no es tan grave. Ni comprendo
mi ira, ni mis palabras airadas, ni mi violencia.
No me entiendo cuando la tristeza me invade matando la alegría. ¿Qué me falta
para ser feliz? ¿Qué tengo dentro que me sobra?
El origen de mi desequilibrio
Quisiera abrir el alma y descifrar los
signos, encontrar
razones, comprender mis enigmas.
Empezar a vivir de verdad con paz en
el corazón, todo ordenado. Pero no me entiendo.
Hay un desequilibrio interior que
me hace realizar lo que no deseo, y dejar de hacer aquello por lo que lucho.
Me encuentro roto de repente
sin entender las razones. Hay sentimientos dentro de mí
que no conozco, no tienen nombre.
Sé que hay un origen, una razón oculta
dentro de mi historia, mirando mi pasado encontraré la causa de
todo.
¿Necesito orden interior a toda
costa?
Pero tampoco quiero dedicarme a
desenterrar cadáveres de mi ayer.
A veces quisiera que Dios, con
una especie de varita mágica, viniera a restablecer el orden perdido.
O tal vez puede ser que sobrevalore en
exceso el orden y a la larga no sea tan importante.
No puede ser
el orden la motivación última de mis actos. Como si la
meta de mi vida fuera vivir en orden y en paz.
Quizás no sea tan necesario que sea
así. No me importa vivir en un cierto desequilibrio, caminando sobre una cuerda
entre edificios, navegando sobre mares revueltos sin tener todo en orden.
Enigmas en mi interior
No me importa saber que dentro de mí
hay fuerzas imprevisibles sobre las que no tengo el control absoluto.
Ni reconocer que no todo está
claramente definido en mis prioridades y pierdo el tiempo cuando debería estar
invirtiéndolo en bienes seguros.
No me preocupa tanto no saber el
nombre de algunas emociones que me turban.
Pero me han dicho tantas veces que no
puedo estar desordenado por dentro, que he llegado a la conclusión de que mi
desorden no es bueno.
Y me empeño día a día en ordenarme. Equilibrar
el desequilibrio. Lograr que la asimetría con la que nazco y a la que tiendo
sea simétrica.
No puedo hacer
desaparecer todas las rupturas y grietas que ha dejado en mí el amor vivido, el
odio sufrido.
Con Dios es posible la paz
Deseo
restablecer la paz perdida. Recuperar el control de mi ánimo. Igual que
empiezo muchas veces termino reconociendo que no puedo.
Solamente si Dios dejara
caer sobre mí como un fuego su mano acogedora cambiaría todo por dentro.
Pero cuando me muevo yo solo fracaso en
ese intento. He intentado responder a todas las preguntas que surgen en un mar
confuso dentro de mí.
Me faltan respuestas, o me sobran
preguntas. Me falta orden, o me sobra desorden.
Intento conseguir una mirada paciente
sobre mí mismo, un amor incondicional es lo que busco, para que me acepte en
mi desorden.
Descubro oscuridades
dentro de mí que solamente Dios conoce. Y veo brillar
escondida bajo piedras una luz que es mía, de eso estoy seguro.
Mi fuerza interior más poderosa
Brilla como oculta esa fuerza
interior que poseo. No me da orden, no trae el equilibrio
perfecto, ni logra la simetría, pero me da el fuego que necesito para encender
mi alma.
Brota dentro de mí desde los lugares
más escondidos, desde los espacios más recónditos, desde mis pasados más
guardados.
Surge un manantial que no tiene fin,
ni límite, ni cauce. Es una fuerza que me hace pensar que Dios me ha
creado para dar luz y esperanza. No para establecer un
orden que no consigo en mí mismo.
Un torpe equilibrio que deja pasar
el amor
Me ha hecho con barro y en ese barro
ha insuflado su vida, una luz que procede de las estrellas.
Me reconozco frágil para llegar a
todas las cumbres a las que aspiro. Y mis tropiezos de hoy me hacen reconocer de
dónde vengo y quién soy.
Y las emociones que a veces me perturban me
llevan a comprender que seré siempre un enigma incluso
para mí mismo.
No tendré el control de todo, no
alcanzaré ese orden que sueño. Viviré mi propio orden en medio de un desorden
bendito.
Y sabré que en el desequilibrio de mi vida,
en ese torpe equilibrio, Dios me hace fecundo.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia





