¡No hay santidad sin alegría!
| El Papa Francisco en el rezo del Ángelus. Foto: Vatican Media |
Al dirigir el rezo del Ángelus este 1 de noviembre, Solemnidad de
Todos los Santos, el Papa Francisco advirtió que la santidad “no es una
conquista humana, sino un don que recibimos” que produce alegría porque “no hay
santidad sin alegría”.
“La santidad no es un programa de vida hecho solo de esfuerzos y
renuncias, sino que es ante todo el gozoso descubrimiento de ser hijos amados
por Dios. No es
una conquista humana, es un don que recibimos: somos santos
porque Dios, que es el Santo, viene a habitar nuestra vida”, destacó el Papa.
Luego, el Santo Padre indicó que “la alegría del cristiano, por
tanto, no es la emoción de un momento o simple optimismo humano, sino la certeza de poder afrontar cada
situación bajo la mirada amorosa de Dios, con la valentía y
la fuerza que proceden de Él”.
De este modo, el Santo Padre explicó que “un Padre del desierto
decía que la
tristeza es un gusano del corazón, que corroe la vida” y animó
a preguntarnos “¿somos cristianos alegres? ¿Transmitimos alegría o somos
personas aburridas y tristes con cara de funeral? Recordemos: ¡no hay santidad sin alegría! ¡no
hay santidad sin alegría!”.
Bienaventuranzas
Además, el Papa describió que las Bienaventuranzas “nos muestran
el camino que lleva al Reino de Dios y a la felicidad: el camino de la
humildad, de la compasión, de la mansedumbre, de la justicia y de la paz”.
Por ello, el Papa alentó a vivir las Bienaventuranzas que “son la
profecía de una humanidad nueva, de un modo nuevo de vivir:
hacerse pequeño y encomendarse a Dios, en lugar de destacar sobre los demás;
ser manso, en vez de tratar de imponerse; practicar la misericordia, antes que
pensar solo en sí mismo; trabajar por la justicia y por la paz, en vez de
alimentar, incluso con la connivencia, injusticias y desigualdades”.
“Es un
mensaje a contracorriente. El mundo, de hecho, dice que para
ser feliz tienes que ser rico, poderoso, siempre joven y fuerte, tener fama y
éxito. Jesús abate estos criterios y hace un anuncio profético: la verdadera plenitud de vida se
alcanza siguiéndole, practicando la Palabra de Jesús. Y
esto significa ser pobres por dentro, vaciarse de uno mismo para dejar espacio
a Dios”, afirmó.
En esta línea, el Santo Padre advirtió que “quien se cree rico, exitoso y
seguro, lo basa todo en sí mismo y se cierra a Dios y a sus hermanos, mientras
quien es consciente de ser pobre y de no bastarse a sí mismo permanece abierto
a Dios y al prójimo. Y encuentra la alegría”.
Finalmente, el Papa alentó a preguntarnos “¿Doy testimonio de la
profecía de Jesús? ¿Manifiesto el espíritu profético que recibí en el
Bautismo? ¿O me adapto a las comodidades de la vida y a mi pereza, pensando que
todo va bien si me va bien a mí? ¿Llevo al mundo la alegre novedad de la
profecía de Jesús o las habituales quejas por lo que no va bien?”
“Que la Santísima Virgen nos dé algo de su ánimo, de ese ánimo
bienaventurado que ha magnificado con alegría al Señor, que derriba a los
potentados de sus tronos y exalta a los humildes”, concluyó el Papa.
Por Mercedes de la Torre
Fuente: ACI Prensa





