En la primera Misa celebrada en su viaje a Chipre, el Papa Francisco invitó este 3 de diciembre a renovar la confianza en Jesús porque su luz “es más grande que cualquiera de nuestras tinieblas”
Papa Francisco celebra Misa en Chipre. Foto: Vatican Media |
“Renovemos nuestra confianza en
Él. Digámosle: Jesús, creemos que tu luz es más grande que cualquiera de
nuestras tinieblas, creemos que puedes curarnos, que puedes renovar nuestra
fraternidad, que puedes multiplicar nuestra alegría; y con toda la Iglesia te
invocamos: ¡Ven, Señor Jesús!”, invitó el Santo Padre.
La Misa fue presidida en latín
por el Papa en el Estadio GSP de Nicosia, y concelebrada por el Patriarca de
Antioquía de los Maronitas, el Cardenal Béchara Boutros Raï; y por el Patriarca
Latino de Jerusalén, Mons. Pierbattista Pizzaballa, quien dirigió un saludo al
inicio de la celebración.
Según indicó la Oficina de Prensa
de la Santa Sede, en la Misa participaron alrededor de 10 mil personas, entre
ellas, el presidente de la República de Chipre y un grupo de fieles procedentes
de Líbano.
La primera lectura fue proclamada
en griego, el salmo fue cantado en inglés y el Evangelio fue entonado en
griego.
En su homilía, el
Papa reflexionó en el pasaje del Evangelio de San Mateo en el que Cristo cura a
dos ciegos y destacó que los dos protagonistas, a pesar de ser invidentes, “ven
lo más importante: reconocen a Jesús como el Mesías que ha venido al mundo”.
En esta línea, el Santo Padre
propuso tres consejos: ir a Jesús para sanar, llevar las heridas juntos y
anunciar el Evangelio con alegría.
Además, el Pontífice recordó que
Jesús “es la luz que ilumina las noches del corazón y del mundo, que derrota
las tinieblas y vence toda ceguera”, y reconoció que “también nosotros, como
los dos ciegos, tenemos cegueras en el corazón… somos viajeros a menudo
inmersos en la oscuridad de la vida”; por lo que “lo primero que hay que hacer
es acudir a Jesús, como Él mismo dijo: ‘Vengan a mí todos los cansados y
abrumados por cargas, y yo los haré descansar’”.
“¿Quién de nosotros no está de
alguna manera cansado y abrumado? Pero nos resistimos a ir hacia Jesús; muchas
veces preferimos quedarnos encerrados en nosotros mismos, estar solos con
nuestras oscuridades, autocompadecernos, aceptando la mala compañía de la
tristeza. Jesús es el médico, sólo Él, la luz verdadera que ilumina a todo
hombre, nos da luz, calor y amor en abundancia. Sólo Él libera el
corazón del mal”, dijo el Papa.
Luego, el Santo Padre alentó a
pedir ayuda junto a otros porque “es el signo elocuente de la vida cristiana,
el rasgo distintivo del espíritu eclesial: pensar, hablar y actuar como
un ‘nosotros’, saliendo del individualismo y de la pretensión de la
autosuficiencia que enferman el corazón”.
En esta línea, el Papa advirtió
que el pecado “nos impide ‘ver’ a Dios como Padre y a los otros como hermanos”,
y el tentador “falsifica las cosas y tiende a mostrárnoslas bajo una luz
negativa para arrojarnos en el desánimo y la amargura”.
“La horrible tristeza, que es
peligrosa y no viene de Dios, anida bien en la soledad. Por tanto, no se puede
afrontar la oscuridad estando solos. Si llevamos solos nuestras cegueras
interiores, nos vemos abrumados. Necesitamos ponernos uno junto al otro,
compartir las heridas y afrontar el camino juntos”, explicó el Papa.
De este modo, el Santo Padre
subrayó que “si permanecemos divididos entre nosotros, si cada uno piensa sólo
en sí mismo o en su grupo, si no nos juntamos, si no dialogamos, si no
caminamos unidos, no podremos curar la ceguera plenamente”.
“La curación llega cuando
llevamos juntos las heridas, cuando afrontamos juntos los problemas, cuando nos
escuchamos y hablamos entre nosotros: es la gracia de vivir en comunidad,
de comprender el valor de ser comunidad. Pido para ustedes que puedan estar
siempre juntos, siempre unidos; seguir adelante así y con alegría, hermanos
cristianos, hijos del único Padre. Y lo pido también para mí”, afirmó el
Papa.
Por último, el Santo Padre alentó
a “anunciar el Evangelio con alegría”, porque un signo distintivo del cristiano
es “la alegría del Evangelio, que es incontenible, llena el corazón y la vida
entera de los que se encuentran con Jesús, libera del riesgo de una fe
intimista, distante y quejumbrosa, e introduce en el dinamismo del testimonio”.
“Renovemos el encuentro con
Jesús y salgamos de nosotros mismos sin miedo para testimoniarlo a cuantos
encontremos. Salgamos a llevar la luz que hemos recibido, salgamos a iluminar
la noche que a menudo nos rodea. Se necesitan cristianos iluminados, pero
sobre todo luminosos, que toquen con ternura las cegueras de los hermanos, que
con gestos y palabras de consuelo enciendan luces de esperanza en la
oscuridad”, indicó el Papa en la homilía.
Al concluir la Misa, el Santo
Padre agradeció “por la acogida y el afecto” que ha recibido en este país y
destacó que “aquí en Chipre estoy respirando un poco de esa atmósfera típica de
Tierra Santa, donde la antigüedad y la variedad de las tradiciones cristianas
enriquecen al peregrino”.
“Esto me hace bien, y hace bien
encontrar comunidades de creyentes que viven el presente con esperanza,
abiertas al futuro, y que comparten este horizonte con los más necesitados.
Pienso particularmente en los migrantes que buscan una vida mejor, con los que
tendré mi último encuentro en esta isla, junto a los hermanos y hermanas de
diversas confesiones cristianas”, señaló el Papa.
Finalmente, el Santo Padre se
despidió de los miles de fieles reunidos mientras que el coro entonaba un canto
a María.
Por Mercedes de la Torre
Fuente: ACI Prensa