2 – Diciembre. Jueves de la I semana de Adviento
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio
según san 7, 21. 24-27
No todo el que
me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha
estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente
que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos,
soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque
estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las
pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre
arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y
rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Comentario
En los Evangelios, Jesús habla en
repetidas ocasiones de la llegada del Reino de Dios. Algunos de sus
contemporáneos pensaban que se trataba de un reino político, de la próxima
restauración del antiguo poder de los reyes de Israel. Pero el Señor deja claro
que es otro tipo de reino, que incluso está ya presente: “daos cuenta de que el
Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lc 7,21). Como explica Orígenes,
Jesús es el reino en persona, Él mismo es el "misterio del reino de
Dios" que fue ofrecido a los discípulos.
En el pasaje de la Misa de hoy,
Jesús nos explica cómo podemos entrar en contacto con su persona, empleando
algunos verbos. No entra en el reino quien dice, quien sólo habla pero no
hace nada, quien solo se conforma con llamarse cristiano. Ese hombre no
entrará.
En cambio, pueden entrar en su
Reino quienes oyen sus palabras y las ponen en práctica. Una manera
concreta de oír sus palabras, de escuchar la voluntad de Dios es leer la
Palabra de Dios, por ejemplo con una atenta lectura del Evangelio todos los
días; y luego, intentar poner en práctica lo que hemos escuchado o leído,
haciendo nuestra la vida de Jesús.
“¿Quieres acompañar de cerca, muy
de cerca, a Jesús?... Abre el Santo Evangelio y lee la Pasión del Señor. Pero
leer sólo, no: vivir. La diferencia es grande. Leer es recordar una cosa que
pasó; vivir es hallarse presente en un acontecimiento que está sucediendo ahora
mismo, ser uno más en aquellas escenas”[1].
También la imagen de la
edificación de la casa, que concluye esta enseñanza del Señor, representa de
manera gráfica lo que ocurre en la vida de todo hombre. Todas las casas sufren
lluvias, riadas y vientos, pero solo las vidas fundadas en la roca de la Vida
de Jesucristo resistirán a los momentos difíciles y a los sufrimientos.
[1] San Josemaría, Vía Crucis, IXª estación.
Giovanni Vassallo
Fuente: Opus Dei





