17 – Enero. San Antonio, abad
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Marcos 2,
18-22
Como los discípulos de Juan y los
fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los
discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos
no?». Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo,
mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden
ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces
ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto
pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto
peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta
los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos»
Comentario
Las costumbres cultuales judías,
no las contenidas en la Ley, sino aquellas que las clases poderosas en lo
social o en lo religioso han ido imponiendo, disfrazadas de religiosidad pero
alejadas del espíritu. Esta es la causa del incumplimiento por parte de los
discípulos de algunas de aquellas costumbres.
Ciertamente el Dios que nos
presenta y predica Jesús tiene su origen en el Dios del Antiguo Testamento, al
que presentamos justiciero e inmisericorde. Pero Jesús ha venido a presentar el
rostro verdadero del Padre, un rostro nuevo, amable y poderoso como el vino
nuevo. Los seguidores de Jesús, entonces, ahora y siempre, necesitan,
necesitamos, vivir, expandirse como haría un vino joven y vivo, que fermenta.
Lo malo es que, como humanos que somos, tendemos a meter la espiritualidad viva
y vital, en unas caducas y rígidas estructuras de religiosidad y el resultado
es que los odres revientan porque no pueden aguantar la presión y el templo -el
odre- se vacía, porque no puede, -o no quiere-, adaptarse al progreso
Puede que esta sea la causa del
vaciado de nuestros templos: no dejamos crecer el espíritu encerrándolo en
odres endurecidos, en unas prácticas religiosas tradicionales y
tradicionalistas. Los jóvenes en cuerpo o mente, no importa la edad, quieren
crecer, quieren vivir una fe dominada por el espíritu, pero las estructuras,
que nosotros mismos hemos creado, e imponemos, tratan de encerrarlos en una
religiosidad rígida y obsoleta que a nadie atrae, salvo a los que piensan que
la tradición, las costumbres, los usos “de siempre” son lo bueno, lo santo y
somos odres viejos que quedan destrozados porque el crecimiento del vino joven
termina por romperlos.
Fuente: Dominicos