De la adoración eucarística a la oración y el ayuno, de los sacramentos a la abstención del pecado mortal
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En
los momentos de la vida particularmente difíciles se necesitan «medios» para
una eficaz liberación y sanación espiritual. Pino di Missaglia y don
Marcello Stanzione lo escriben en “Preghiere di guarigione e
liberazione nella sofferenza” (Oraciones de sanación y liberación en el sufrimiento).
“Una relación íntima con
Dios”
«A
través de la oración, creamos una relación íntima con Dios y en particular con
Jesús y María, una relación profunda que debe buscarse,
amarse, cuidarse.
El camino de sanación y liberación suele ser paralelo y progresivo al de la
vida de gracia, de fe y de santificación«, afirman los autores.
Si no se borran los pecados, se está en brazos del enemigo… Y, por
lo tanto, preliminarmente es indispensable el sacramento de la confesión,
el perdón a
quien nos ha hecho mal y la renuncia a cualquier
forma de rencor,
odio, venganza.
La misa es la más
sublime expresión de culto: es el sacrificio del Calvario renovado. Una sola
misa da a Dios mayor alabanza y acción de gracias, satisface mayormente por el
pecado y obtiene con más eficacia que todos los actos de adoración juntos de
todas las almas que están en el Cielo, en la Tierra y en el Purgatorio.
La adoración eucarística es la forma de oración más sublime,
porque en la Eucaristía se ama y adora a Jesús y a la Trinidad. Por lo tanto,
tiene grandes beneficios de sanación y liberación.
Vivir nuestra vida de cada día junto a Jesús y María. Encomendándolo
todo a ellos y esforzándonos por
dar lo mejor de nosotros mismos, para la mayor gloria de Dios.
El Rosario son
cuatro coronas, 200 avemarías, con la meditación de los misterios gozosos,
dolorosos, luminosos y gloriosos de la Virgen María.
A veces se habla de la monotonía de una fórmula uniforme que se
repite muchas veces. Es una objeción inútil para quien hace de la piedad una
conversación filial con el Padre de los Cielos, con Cristo, con la Madre de
Jesús, así como Madre nuestra. Para quien busca en la sucesión de los misterios
del Rosario las riquezas sobrenaturales del alma y de la vida de la Santísima
Virgen.
El camino de liberación empieza por
nosotros mismos y por nuestro camino de conversión.
Pueden hacerse por grupos de oración de la Renovación en el
Espíritu o el movimiento carismático católico o cualquier sacerdote.
Durante el momento de la prueba y del sufrimiento físico o
espiritual, muchos descubren el deseo de rezar.
Toda la Biblia, Antiguo y Nuevo
Testamento, es por excelencia el libro de la oración, del diálogo entre Dios y
el hombre.
Por una parte, las palabras y las obras de Dios y, por otra, las
respuestas del hombre. En este tejido dialogal surgen los grandes orantes y
amigos de Dios. Y también las formas originales de relación con Él, tanto
individuales como colectivas, que son las grandes oraciones.
En el Evangelio Jesús dice:
«En cuanto a
esta clase de demonios, no se los puede expulsar sino por medio de la oración y
del ayuno».
Mt. 17,21
Y en todas las apariciones marianas, María nos
recuerda: «oración, penitencia y ayuno».
Amigo, aunque tengas mucho trabajo, aun así puedes ayunar. El ayuno te une al Espíritu Santo y has recibido su
poder en abundancia.
El término “exorcismo” es una
palabra sumamente cargada de valor emocional: suscita miedo, curiosidad hacia
realidades misteriosas, perplejidad y escarnio como realidad supersticiosa y
arcaica.
Para los católicos, el exorcismo es un mandato dirigido al diablo
por un sacerdote (delegado por su obispo), en el nombre y por el poder de
Jesucristo, para que se aleje y deje de atormentar a los creyentes que han sido
redimidos gracias a la Pasión y la muerte de Cristo.
El exorcismo no es un sacramento, sino que forma parte de los
sacramentales que han tenido diversas clasificaciones en la historia de la
liturgia.
Gracias santificadas
Mientras que los sacramentos fueron instituidos por Jesucristo,
los sacramentales son propuestos por la Iglesia.
Los sacramentos se
santifican por sí mismos porque contienen la gracia santificante en sí mismos.
Por su parte, los sacramentales santifican en la medida en que son
impartidos y recibidos con fe.
Los sacramentales son
definidos por la reflexión teológica como «signos religiosos visibles,
instituidos por la Iglesia con el fin de adorar, proteger contra la influencia
del demonio y aumentar el bien espiritual y material de los fieles».
Gelsomino del Guercio
Fuente:
Aleteia





