El Señor desea que “cultivemos la fidelidad cotidiana, que seamos dóciles a las pequeñas cosas que nos han sido confiadas”
| Misa del Papa en la Jornada Mundial de la Vida Consagrada 2022. Foto: Mercedes De La Torre / ACI Prensa |
En la Misa de este 2 de febrero por la Fiesta de la Presentación del Señor
y la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el Papa Francisco alentó a los
consagrados y consagradas a renovar su entrega a Cristo con entusiasmo y
fidelidad cada día, a la vez que les advirtió del peligro del “virus del
narcisismo o la obsesión de protagonismo”.
“A veces, aun detrás de
la apariencia de buenas obras, puede esconderse el virus del narcisismo
o la obsesión de protagonismo. En otros casos, incluso cuando
realizamos tantas actividades, nuestras comunidades religiosas parece que se
mueven más por una repetición mecánica -hacer las cosas por costumbre, solo
por hacerlas- que por el entusiasmo de entrar en comunión con el Espíritu
Santo. Examinemos hoy nuestras motivaciones interiores, discernamos las
mociones espirituales, porque la renovación de la vida consagrada pasa
sobre todo por aquí”, señaló el Papa.
Luego, el Papa caminó al
Altar de la Cátedra en una breve procesión formada por religiosos y religiosas,
así como por obispos y cardenales.
En su homilía, el Santo Padre alentó a los
religiosos: “Renovemos hoy con entusiasmo nuestra consagración”; y explicó que
el Señor desea que “cultivemos la fidelidad cotidiana, que seamos dóciles a
las pequeñas cosas que nos han sido confiadas”.
“Preguntémonos qué
motivaciones impulsan nuestro corazón y nuestra acción, cuál es la visión
renovada que estamos llamados a cultivar y, sobre todo, tomemos en brazos a
Jesús”, invitó.
Al reflexonar en el
pasaje del Evangelio que relata la presentación del Señor en el templo, el Papa
destacó que “aun cuando experimentemos dificultades y cansancios, hagamos como
Simeón y Ana, que esperan con paciencia la fidelidad del Señor y no se dejan
robar la alegría del encuentro con Él. Pongámoslo de nuevo a Él en el centro
y sigamos adelante con alegría”.
Por ello, el Santo Padre
invitó a cuestionarnos: “¿De quién nos dejamos principalmente inspirar?
¿Del Espíritu Santo o del espíritu del mundo? Esta es una pregunta
con la que todos nos debemos confrontar, sobre todo nosotros, los consagrados”.
“Mientras el Espíritu
lleva a reconocer a Dios en la pequeñez y en la fragilidad de un niño,
nosotros a veces corremos el riesgo de concebir nuestra consagración en
términos de resultados, de metas y de éxito. Nos movemos en busca de
espacios, de notoriedad, de números. El Espíritu, en cambio, no nos pide
esto”, afirmó el Papa.
Luego, el Santo Padre
destacó la fidelidad de Simeón y de Ana, quienes “cada día van al templo,
cada día esperan y rezan, aunque el tiempo pase y parece que no sucede nada.
Esperan toda la vida, sin desanimarse ni quejarse, permaneciendo fieles cada
día y alimentando la llama de la esperanza que el Espíritu encendió en sus
corazones”.
En esta línea, el Papa
recordó que “muchos encuentros de Jesús en los evangelios, la fe nace de la
mirada compasiva con la que Dios nos mira, rompiendo la dureza de nuestro
corazón, curando sus heridas y dándonos una mirada nueva para vernos a
nosotros mismos y al mundo” por lo que invitó a tener “una mirada nueva
hacia nosotros mismos, hacia los demás, hacia todas las situaciones que
vivimos, incluso las más dolorosas”.
“No se trata de una
mirada ingenua, que huye de la realidad o finge no ver los problemas, sino de
una mirada que sabe ‘ver dentro’ y ‘ver más allá’; que no se detiene en las
apariencias, sino que sabe entrar también en las fisuras de la fragilidad y de
los fracasos para descubrir en ellas la presencia de Dios”.
De este modo, el Papa
preguntó: “¿Tenemos puesta la mirada en el pasado, nostálgicos de lo que ya
no existe o somos capaces de una mirada de fe clarividente, proyectada hacia el
interior y más allá?”.
“El Señor no deja de
darnos signos para invitarnos a cultivar una visión renovada de la vida
consagrada. No podemos fingir no verlos y continuar como si
nada, repitiendo las cosas de siempre, arrastrándonos por inercia en las
formas del pasado, paralizados por el miedo a cambiar. Abramos los
ojos: el Espíritu Santo nos invita a renovar nuestra vida y nuestras
comunidades”, afirmó.
Finalmente, el Santo
Padre instó a recordar siempre que “Jesús es lo esencial, es el centro de la
fe” para no correr “el riesgo de perdernos y dispersarnos en mil cosas, de
fijarnos en aspectos secundarios o de concéntranos en nuestros asuntos,
olvidando que el centro de todo es Cristo, a quien debemos acoger como
Señor de nuestra vida”.
“Si acogemos a Cristo
con los brazos abiertos, acogeremos también a los demás con confianza y
humildad. De este modo, los conflictos no exasperan, las distancias no dividen
y desaparece la tentación de intimidar y de herir la dignidad de cualquier
hermana o hermano se apaga. Abramos, pues, los brazos a Cristo y a los
hermanos”, dijo el Papa.
En la celebración
Eucarística se realizó la Ecclesiastica Communio que fue concedida al Patriarca de Cilicia de los Armenios,
Su Beatitud Raphaël Bedros XXI Minassian tras la elección del Sínodo de los Obispos de
la Iglesia Patriarcal el pasado 23 de septiembre de 2021.
Por Mercedes de la Torre
Fuente: ACI Prensa





