11 – Febrero. Viernes de la V semana del Tiempo Ordinario
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio
según san Marcos 7, 31-37
Dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se
lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del
asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los
mudos».
Comentario
Vemos a Jesús
en medio de su pueblo realizar signos, y signos que la gente sencilla de un
modo u otro entiende que sólo Dios puede realizar. “Hace oír a los sordos
y hablar a los mudos”.
Es la manera
en que el Señor volverá a reunir a su pueblo dividido, en un solo pueblo
nuevo. Al devolver al hombre su integridad perdida, al hacerlo capaz de
“escuchar su voz”, lo reunifica en sí mismo. Y la unificación e
integridad del hombre, precederá siempre a la reunión de los pueblos.
Sí, sólo
haciendo el bien, “todo lo ha hecho bien”, devolviendo al ser humano su bondad
inicial “y vio Dios que era muy bueno”, creará Jesús un nuevo pueblo, unificado
por el amor.
Así pues vemos
que es necesario que el Señor Jesús abra nuestros oídos interiores, que
pronuncie una vez más su “effetá” sobre nosotros, para que la Palabra que
escuchamos a diario realice en nosotros lo que dice, para que escuchemos
lo que el mundo y los hombres de hoy nos dicen y, para que nuestro “hacer
bien”, sea signo de que Dios está en medio de su pueblo nuevo que es la
Iglesia.
Que María,
cuya memoria hoy celebramos en su advocación de Ntra. Sra. de Lourdes, nos
conceda que, como Ella, estemos siempre atentos y con el oído abierto para
escuchar la Palabra del Señor y meditarla en nuestro corazón, y de este modo contribuir
a reunificar este mundo tan fragmentado.
Fuente:
Dominicos





