El artista, soldado y sacerdote presenta su exposición «Entre la tierra y el cielo» en Madrid
El "páter" Ángel Belinchón, de rodillas, junto a algunos de los visitantes a la exposición y su cuadro "Virgen de Loreto". |
En plena guerra de Afganistán, ante la amenaza continua de la muerte, el miedo
y la destrucción, la misión del capellán Ángel Belinchón (1958) era de una importancia
crucial: acompañar a los soldados a él encomendados, dar respuesta al sentido de la vida cuando esta parecía
no valer nada y, de ser posible, hacerlo a través de la belleza. Religión
en Libertad ha acudido a la exposición El Páter,
entre la tierra y el cielo del Instituto de Historia y
Cultura Militar, donde Belinchón expone las obras que aúnan su triple faceta de sacerdote, soldado y
artista y que hablan del él mismo, pero también "del gran artista que es
Dios".
A lo largo de su dilatada
experiencia en las misiones de Bosnia (1997 y 2002) y Afganistán (2011), el
capellán ha podido comprobar que "ante la realidad de la muerte, la gente mira al cielo".
Y es que, como explica a este medio tras la visita a su exposición,
asiste a frecuentes bautizos y conversiones, "la
confesión abunda" y la capilla "se llena de soldados que rezan por sus compañeros
caídos". Y en cada momento, "el páter, siempre está".
Durante el recorrido por la exposición, el "páter"
explicaba a través de sus obras y piezas fotográficas de otros autores el componente evangelizador que ha
acompañado al ejército a lo largo de toda su historia.
En su caso, recuerda especialmente el caso de Afganistán: "Tuve que entregar una partida de
bautismo a un militar afgano con todo el secretismo posible" ante las
consecuencias de ser descubierto. "Aquel hombre había conocido el
Evangelio por boca de un capitán español que cumplía una misión de
instrucción", explica.
El día a día de un
"páter" castrense
Para Belinchón, las misiones y situaciones de combate son uno de los
momentos en que se ve "plenamente
realizado, donde se cumple la vocación de servicio" a través de
la escucha del dolor, la soledad y la angustia.
"Estar en zona de guerra es muy duro. Experimentas sufrimiento y
destrucción a tu alrededor. A veces la muerte se acerca, aparecen las grandes dudas y los soldados
buscan dar sentido pleno a la vida y la existencia", explica.
Es en ese momento cuando el soldado "abre sus ojos a la trascendencia" y el
páter les ofrece la fe. "Si el sacerdote está cerca te anima en
medio de los desafíos del combate. Pueden aceptar o rechazar la fe, pero
normalmente, cuando un hombre se enfrenta al destino último, necesita
respuestas y el sacerdote
pone esperanza".
La vida, su mayor alegría
El páter también apoya, bendice y aconseja a todo aquel que
comparte su intimidad y preocupación.
Preguntado por uno de sus momentos de mayor alegría, recuerda
cuando salvó al hijo de
uno de sus soldados del aborto.
"Un joven me planteaba preguntas muy profundas planteándose
el aborto con su novia. Al paso del tiempo, aquel joven te da las gracias porque le habías echado
una mano y ahora podían
ver cara a cara a su propio hijo, que pese a nacer en circunstancias difíciles,
nunca le faltará el amor". En ese momento, y en tantos otros, el páter se
convierte en "instrumento, testigo y fuerza" para cuando más le
necesitan.
Entregado a Dios a través de
la milicia
Esta historia de entrega y de servicio comenzó para Belinchón cuando
cumplía con el servicio militar obligatorio como soldado.
"Había jóvenes perdidos, que no sabían leer ni escribir y que
al conocer su fragilidad me buscaban para que les aconsejara. Escribía cartas a
sus novias, madres y familias y estaba para ellos cuando lo necesitaban. Ahí sentí que quería dedicarme por
entero a cada uno de los jóvenes y todos los que la institución
militar me propiciara", relata.
Su historia es como la de muchos militares que "se convierten, incluso sin saberlo,
en testigos del Evangelio".
El capellán no duda en afirmar que "los propios militares han sido grandes artífices en la
propagación del Evangelio. La vocación militar está hecha para el servicio
y la entrega, como Jesús nos pide. El militar, cuando jura bandera, pronuncia el
juramento de entregar hasta la última gota de su sangre si preciso fuera por y
para los demás".
De la destrucción a la
contemplación
Sagrario realizado a partir de una bomba. |
Se trata de una colección de obras hechas, en sus propias
palabras, por objetos
olvidados, rotos, desvencijados y desposeídos de la utilidad para la
que fueron creados, con la intención de "dar una segunda oportunidad y una nueva vida", en una
clara metáfora de su dedicación al sacramento de la reconciliación. "Hasta
los restos de la destrucción pueden ser piezas dirigidas a la
contemplación", destaca.
Su tercera vocación, la de artista, es posiblemente la más precoz.
"Desde niño descubrí el amor por la belleza, y si Dios es belleza,
nosotros que hemos salido de sus manos estamos adornados por ella y llamados a
una vocación particular de artistas", relata.
Un arte que refleja la
belleza de Dios
En sus obras se aprecia esta estrecha relación que une su fe y
arte y de ellas se desprende su objetivo último, "expresar lo recibido de parte de Dios".
"Entre los
pinceles o con ellos, cuando modelo el barro o cuando explico una obra
de arte puedo expresar la
grandeza y belleza de la fe y del mismo modo anuncio o hablo de mi
propia fe", admite.
Belinchón, convencido de que sus obras pueden ser "expresión
de la belleza divina", se despide comparando la figura del artista con
"la mano donde Dios prolonga su gesto y entrega": "Dios se sirve
de nuestras manos para llegar a los demás, por eso cuando hablo con mis obras también hablo del gran artista que es
Él".
José María Carrera
Fuente: ReL