James Conley, obispo de Lincoln, pequeña diócesis pero a la cabeza en vocaciones
| Monseñor James Conley es obispo de Lincoln desde 2012. Antes fue auxiliar en Denver (2008-2012) |
El obispo de Lincoln (EEUU), monseñor James Conley se caracteriza por su claridad y por la
determinación de anunciar el Evangelio sin miedo, siempre con la verdad y el
amor por delante. Y los frutos son visibles.
Pese a ser el pastor de una de las diócesis más pequeñas del país
su voz es respetada y escuchada. De las 193 diócesis de Estados Unidos esta
pequeña sede de Nebraska es la 141ª por población, la 131ª por número de católicos, la 102ª
por porcentaje de católicos. Sin embargo, pese a tener apenas
95.000 católicos en su diócesis supera
la treintena de seminaristas y está a la cabeza en número
de vocaciones por católico.
Esta determinación que tantos frutos eclesiales produce también la
aplica monseñor Conley en la conocida como batalla cultural. Lo ha hecho estos
días también a través de una carta titulada “La verdad nos hará
libres”, donde habla de manera clara y desde una perspectiva
católica de la cuestión de género, trans y LGTB.
El ataque al matrimonio
“Todos sabemos que el matrimonio tradicional entre un hombre y una
mujer, que se comprometen el uno al otro en un vínculo inquebrantable de amor, está siendo atacado en nuestra
cultura actual”, explica monseñor Conley.
En 2015 se aprobó en Estados Unidos el mal llamado matrimonio
entre personas del mismo sexo. Y en estos momentos se está produciendo una gran
ofensiva –afirma- de “una
ideología que acepta que somos libres de elegir nuestro propio género e
incluso alterar físicamente nuestro cuerpo del sexo biológico que recibimos al
nacer”.
De este modo, el obispo de Lincoln recalca la verdadera enseñanza
evangélica: “aquellos que se encuentran confundidos acerca de su propio género
e identidad, algo conocido como disforia de género, merecen nuestra
misericordia y compasión. Debemos
ser lentos para juzgar y rápidos para mostrar misericordia a
cualquiera que esté luchando por comprender el significado de su vida y su
propia identidad”.
Amar al pecador y odiar el
pecado
Y añade un aspecto muy importante: “pero la misericordia sin verdad es un tipo falso de
misericordia, un mero sentimentalismo. Y la verdad sin piedad es un dictado
frío y cruel que no reconoce las luchas y la debilidad de nuestra humanidad
caída”.
Para ello, recuerda una cita muy conocida: "debemos amar al pecador pero
odiar el pecado".
En esta carta el prelado insiste en que no se puede “negar la
verdad sobre la persona humana, lo que sabemos que es verdad de Dios y de las
enseñanzas de la Iglesia. La
diferencia sexual no es un accidente de Dios o un defecto, es un regalo que
nos ayuda a acercarnos unos a otros y a Dios”.
Con respecto a estas personas que se identifican con otro sexo,
monseñor Conley afirma que “es una realidad complicada que necesita ser abordada
con sensibilidad y verdad” pues “cada persona merece ser escuchada y tratada
con respeto; es nuestra responsabilidad responder a sus preocupaciones con compasión, misericordia y
honestidad”.
Lo más
perjudicados son, a su juicio, los niños cuando se les dice
irresponsablemente que pueden “cambiar” su sexo cuando se les hormona y se
trastoca su desarrollo futuro provocando incluso en ellos la infertilidad para
su etapa adulta.
“Los padres merecen
una mejor orientación sobre estas importantes decisiones, e instamos a las
instituciones médicas a respetar el principio médico básico de ‘primero, no
hacer daño’”, agrega el obispo.
Tiene muy claro además que “la ideología de
género daña a las personas y las sociedades al sembrar
confusión y dudas”.
"Sana antropología
cristiana"
“Las leyes que buscan elevar la orientación sexual y la identidad
de género como clases protegidas socavan este hecho básico de nuestra biología
humana. En lugar de proteger contra la discriminación injusta, estas políticas consagran
una falsa comprensión de la persona humana en nuestras estructuras legales”,
denuncia.
Ante una situación como la que se encuentra Occidente el obispo
Conley cree que la
“felicidad y la santidad humana se basan en una sana antropología cristiana que
reconoce la verdadera dignidad de toda persona humana, creada a imagen y
semejanza de Dios. Y el don de nuestra sexualidad humana se vive en toda su
belleza y esplender en el santuario sagrado del matrimonio, matrimonio abierto
a la nueva vida humana”.
Para concluir su carta recuerda las palabras de Jesús que recoge
San Juan en su Evangelio: “la verdad os hará libres”. Estas palabras de Cristo
–insiste el obispo “llaman a los cristianos de todas las épocas a abrazar la
verdad de quienes somos. Estamos llamados no sólo a vivir estas verdades en
nuestras parroquias y hogares, sino que estamos llamados a vivirlas en la plaza pública para el bien
común”.
Javier Lozano
Fuente: ReL





