26 – Marzo. Sábado de la III semana de Cuaresma
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Evangelio
según san Lucas 18, 9-14
Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque
todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido».
Comentario
Dos hombres
suben al templo a orar.
El primero
parece que reza a Dios, su oración quiere ser una acción de gracias dirigida a
Dios, pero en realidad es una exhibición de sus propios méritos. Se mira a sí
mismo, se reza a sí mismo.
Encontrándose
incluso en el templo, no siente la necesidad de postrarse ante la majestad de
Dios; está de pie, se siente seguro.
Encerrado en
sí mismo, desprecia a todos los que no son como él.
Es incapaz de
rezar desde el corazón, incapaz de examinarlo para evaluar sus pensamientos,
sus sentimientos, y dejar que Dios le quite toda arrogancia e hipocresía.
El publicano
en cambio, el otro, se presenta en el templo con espíritu humilde y
arrepentido.
Su oración es
muy breve: «¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador!». Nada más.
Si el fariseo
no pedía nada porque ya lo tenía todo, el publicano sólo puede mendigar la
misericordia de Dios.
Busca la
intimidad y el silencio para encontrarse con Dios.
Presentándose
con las manos vacías, con el corazón desnudo y reconociéndose pecador, el
publicano nos muestra la condición necesaria para recibir el perdón del Señor.
El camino de
la oración es así el camino hacia nuestro corazón, allí donde Dios nos
encuentra y nos habla.
Luis Cruz
Fuente: Opus
Dei