10 – Marzo. Jueves de la I semana de Cuaresma
| Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio según san Mateo 7, 7-12
Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente?
Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas
buenas a los que le piden! Así, pues, todo lo que deseáis que los demás
hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los
Profetas.
Comentario
Quizás muchos de nosotros
compartimos esa experiencia común: la de estar rezando o haber rezado por una
persona, por una intención o por una causa santa y buena, pero que no sale como
nosotros queríamos. O que simplemente no sale: ese familiar que sigue estando
lejos de Dios, ese examen médico que nos da un resultado desalentador, esa
legislación que no responde a la dignidad humana.
La frustración, la sensación de
impotencia, la duda ante la aparente quietud de Dios se agranda cuando
escuchamos el eco de esas palabras de Jesús: “Pedid y se os dará; buscad y
encontraréis; llamad y se os abrirá”.
Pero entonces, ¿en qué quedamos?
¿No nos pasa que hemos pedido muchas cosas que no se nos han dado? ¿No hemos
sentido todos que tocamos a la puerta de Dios, y parece como si el timbre no
funcionara?
Esa perplejidad nuestra es
comprensible, pero justamente por eso es importante que vayamos más allá de
nuestra perspectiva: es fundamental que en la oración adquiramos poco a poco,
con la ayuda del Espíritu Santo,el punto de vista de Dios. De ese modo,
nos daremos cuenta de que, paradójicamente, cuando el Señor se hace esperar, es
porque quiere prepararnos para recibir mejor sus dones.
Nos lo explica san Agustín:
“Nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos, pues él
ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende que, por la oración, se
acreciente nuestra capacidad de desear, para que así nos hagamos más capaces de
recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes y
nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante”.
Así, esa espera perseverante que
es la oración de petición ayuda a las personas o intenciones por las que
rezamos, pero también redunda en beneficio nuestro. El Señor es Padre, y por
eso nos dará mucho más de aquello a lo que nosotros aspiramos.
Pero es bueno no perder de vista
las palabras finales de Jesús en este pasaje: “todo lo que queráis que hagan
los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos”. La perseverancia
en la oración debe ir de la mano con la caridad: si nos comportamos como Cristo
con todas las personas y en todas las situaciones, Dios Padre nos mirará con
orgullo y colmará todos los anhelos de nuestro corazón.
Luis Miguel Bravo Álvarez
Fuente: Opus Dei





