En la oración mariana del Ángelus, el Santo Padre medita sobre el rechazo que hace Jesús de imputar nuestros males a Dios, que invita a la conversión
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“Estamos a
mitad del camino cuaresmal”, así inició la reflexión antes del rezo del Ángelus
el Papa Francisco, este III Domingo de Cuaresma, desde el Palacio Apostólico
junto a los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro en el Vaticano.
El Santo Padre
meditando el Evangelio (Lc 13, 1-9), menciona algunas interrogantes ante las
trágicas noticias presentes en relato bíblico, cuando “Pilato había ordenado
matar a algunos galileos”:
“¿Quién
tiene la culpa de estos hechos terribles? ¿Quizás aquellas personas eran más
culpables que otras y Dios las ha castigado?”
Y afirma que hoy
también “cuando las noticias negativas nos oprimen y nos sentimos impotentes
ante el mal, a menudo se nos ocurre preguntarnos: ¿se trata de un castigo de
Dios? ¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por
nuestros pecados? ¿Y por qué el Señor no interviene?”
Exhorta
Francisco a estar atentos a la opresión del mal, para que no caer en la
tentación de echarle la culpa a Dios:
“Tenemos
que estar atentos: cuando el mal nos oprime, corremos el riesgo de perder
lucidez, y para encontrar una respuesta fácil a cuanto no logramos explicarnos,
terminamos por echarle la culpa a Dios. Cuántas veces le atribuimos nuestras
desgracias y las desventuras del mundo a Él que, en cambio, nos deja siempre
libres y, por tanto, no interviene nunca imponiéndose, tan solo proponiéndose;
a Él, que nunca usa la violencia, sino que, por el contrario, sufre por
nosotros y con nosotros”.
Recuerda el Papa que el mismo “Jesús rechaza y contesta con fuerza la idea de imputar a Dios nuestros males: aquellas personas ajusticiadas y las que murieron bajo la torre no eran más culpables que otras y no fueron víctimas de un Dios despiadado y vengativo, que no existe. De Dios no puede venir nunca el mal, porque Él «no nos trata según nuestros pecados» (Sal 103,10), sino conforme a su misericordia”.
“En vez de culpar a Dios, dice Jesús, tenemos que mirar nuestro interior: es el pecado el que produce la muerte”, menciona Francisco.