Según indicó la Oficina de Prensa de la Santa Sede, concelebraron con el Papa más de 1.800 sacerdotes y estuvieron presentes en la Basílica de San Pedro más de 2.500 fieles
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| Aciprensa |
El Papa Francisco presidió la
Misa Crismal este Jueves Santo, 14 de abril, en el altar de la Cátedra de la
Basílica de San Pedro del Vaticano con la asistencia de numerosos sacerdotes de
la Diócesis de Roma y miembros de la Curia Romana a quienes les pidió destruir
sus “ídolos escondidos”.
En el transcurso de
la celebración, el Papa bendijo el Santo Crisma y los demás Óleos
Sagrados, Óleo de los Catecúmenos y Óleo de los Enfermos, que se usarán a lo
largo del año para impartir los sacramentos. Además, los sacerdotes presentes
renovaron las promesas realizadas el día de su ordenación.
Según indicó la Oficina de Prensa
de la Santa Sede, concelebraron con el Papa más de 1.800 sacerdotes y
estuvieron presentes en la Basílica de San Pedro más de 2.500 fieles.
El Papa recordó que el Señor “es
un buen pagador” y que “no hay salario mayor que la amistad con Jesús. No
olviden esto. No hay paz más grande que su perdón. Y esto lo
sabemos todos. No hay precio más costoso que el de su Sangre preciosa,
que no debemos permitir que se desprecie con una conducta que no sea digna”.
Al reflexionar en las lecturas de
la Misa, el Santo Padre describió que “son invitaciones del Señor a que
le seamos fieles, a ser fieles a su Alianza, a dejarnos amar, a dejarnos
perdonar; no solo son invitaciones para nosotros mismos, sino también para
poder así servir, con una conciencia limpia, al santo pueblo fiel de Dios” y
agregó que “la gente se lo merece e incluso lo necesita”.
Por ello, el Papa invitó a “fijar
los ojos en Jesús” porque “es una gracia que, como sacerdotes, debemos
cultivar” y los animó a no dejar de realizar diariamente un examen de
conciencia “al terminar el día hace bien mirar al Señor y que Él nos mire el
corazón, junto con el corazón de la gente con la que nos encontramos”.
“No se trata de contabilizar los
pecados, sino de una contemplación amorosa en la que miramos nuestra
jornada con la mirada de Jesús y vemos así las gracias del día, los dones y
todo lo que ha hecho por nosotros, para agradecer. Y le mostramos también
nuestras tentaciones, para discernirlas y rechazarlas. Como vemos, se
trata de entender qué le agrada al Señor y qué desea de nosotros aquí y
ahora, en nuestra historia actual”, afirmó.
En esta línea, el Santo Padre
alertó sobre los “demonios educados” que “poco a poco toman posesión
de la casa, por lo que tenemos que estar atentos” y exhortó a desenmascarar los
“ídolos” para “dejar que Jesús nos haga ver que en ellos nos estamos buscando
mal a nosotros mismos sin necesidad, y que dejamos un espacio en el que se mete
el Maligno”.
“Debemos recordar que el
demonio exige que hagamos su voluntad y le sirvamos, pero no siempre requiere
que le sirvamos y adoremos continuamente. Sabe moverse, es un ‘gran
diplomático’. Recibir la adoración de vez en cuando le es suficiente para
mostrarse que es nuestro verdadero señor y que todavía se sienta dios en
nuestra vida y corazón”, advirtió.
De este modo, el Papa Francisco
destacó que “Jesús es el único camino para no equivocarnos en saber qué
sentimos, a qué nos conduce nuestro corazón. Él es el único camino para
discernir bien, confrontándonos con Él, cada día”.
Tres idolatrías
Luego, el Papa Francisco
describió “tres espacios de idolatría, de idolatría escondida en los que
el Maligno utiliza sus ídolos para depotenciarnos de nuestra vocación de
pastores e ir apartándonos de la presencia benéfica y amorosa de Jesús, del
Espíritu y del Padre”.
El primer espacio de idolatría
que el Papa mencionó fue la “mundanidad espiritual” y explicó que “una
propuesta de vida, es una cultura, una cultura de lo efiímero, una cultura
de la apariencia, del maquillaje”.
“Su criterio es el triunfalismo,
un triunfalismo sin Cruz. Y Jesús reza para que el Padre nos defienda de esta
cultura de la mundanidad. Esta tentación de una gloria sin Cruz va contra
la persona del Señor, contra Jesús, que se humilla en la Encarnación y que,
como signo de contradicción, es la única medicina contra todo ídolo”, indicó
el Papa.
Ante eso, el Santo Padre resaltó
la importancia de “ser pobre con Cristo pobre y porque Cristo eligió la
pobreza” que es “la lógica del Amor y no otra” además de ser un
buen antídoto para no ser “un sacerdote mundano” que “no es otra cosa que un
pagano clericalizado”.
El segundo espacio de idolatría
escondida que el Santo Padre describió fue “la primacía al pragmatismo de
los números” y alertó sobre el “amor a las estadísticas” ya que esas
“pueden borrar todo rasgo personal en la discusión y dar la preeminencia a las
mayorías que, en definitiva, pasan a ser el criterio de discernimiento”.
“Éste no puede ser el único
modo de proceder ni el único criterio en la Iglesia de Cristo. Las personas no
se pueden ‘numerar’. En esta fascinación por los números, en realidad,
nos buscamos a nosotros mismos y nos complacemos en el control que nos da esta
lógica, que no tiene rostros y que no es la del amor”, lamentó el Papa.
El tercer espacio de idolatría
escondida que el Santo Padre mencionó fue el que se abre con “el
funcionalismo, un ámbito seductor en el que muchos, más que con la
ruta se entusiasman con la hoja de ruta” y añadió que “la mentalidad
funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia. De a poco, este ídolo
va sustituyendo en nosotros la presencia del Padre”.
“En estos dos últimos espacios
de idolatría escondida (pragmatismo de los números y funcionalismo) reemplazamos
la esperanza, que es el espacio del encuentro con Dios, por la constatación
empírica. Es una actitud de vanagloria por parte del pastor, una actitud
que desintegra la unión de su pueblo con Dios y plasma un nuevo ídolo basado
en números y planes: el ídolo de «mi poder, nuestro poder», nuestros
programas, nuestros números, nuestros planes pastorales”, advirtió el Papa.
Por último, el Santo Padre invitó
a pedirle a “San José, padre castísimo y sin ídolos escondidos, que nos
libre de todo afán de posesión, ya que este, el afán de posesión, es la
tierra fecunda en la que crecen los ídolos”.
Que San José “nos dé también la
gracia de no claudicar en la ardua tarea de discernir estos ídolos que, con
tanta frecuencia, escondemos o se esconden. Y también le pedimos que allí
donde dudamos acerca de cómo hacer las cosas mejor, interceda para que el
Espíritu nos ilumine el juicio, como iluminó el suyo cuando estuvo tentado de
dejar ‘en secreto’ (lathra) a María, de modo tal que, con nobleza de corazón,
sepamos supeditar a la caridad lo aprendido por ley”, concluyó el Papa.
Al finalizar la homilía, los
diáconos trasladaron los Óleos frente al altar, los presbíteros renovaron sus
promesas sacerdotales y, tras la renovación de las promesas, el Pontífice
bendijo los Óleos.
Por Mercedes de la Torre
Fuente: ACI Prensa






