El padre Byles, sacerdote católico, prefirió quedarse con los que iban a morir
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| Foto do Pe. Byles sobre gravura de Willy Stöwer (Domínio Público) |
El
Titanic no sólo albergaba a ricos, sino a un futuro santo. Esto será así si
sigue adelante la campaña para beatificar al padre Byles, el sacerdote inglés
que viajaba en el buque; y que cuando éste empezó a hundirse se negó dos veces
a ser rescatado para poder seguir estando con la gente. Rezó y estuvo con las
víctimas hasta el final.
El 14 de abril se cumple el aniversario del hundimiento
del Titanic en el que fallecieron 1.500 personas. El padre estaba en este barco
porque iba a Nueva York a la boda de su hermano William.
En el barco había mayoritariamente cristianos (protestantes y
católicos) y judíos; y el padre Byles prefirió asistirles espiritualmente –se
le recuerda rezando el Rosario- a ser salvado.
Decisión heroica
Era el 15 de abril de 1912. Mientras el
“inhundible” Titanic se hundía, el padre Thomas Byles renunciaba
no una, sino las dos oportunidades de embarcar en un bote salvavidas que
se le ofrecieron. Prefirió quedarse a bordo, conforme los relatos de
algunos pasajeros, para escuchar confesiones; y ofrecer amparo
espiritual a quienes no tenían oportunidad de escapar del naufragio.
El sacerdote británico de 42 años era hijo de un pastor
congregacionalista, y se convirtió al catolicismo en Oxford. Se había ordenado
en Roma diez años antes y viajaba para celebrar el matrimonio de su
hermano en Nueva York.
Testimonios
Una página web http://www.fatherbyles.com/, recoge
la vida del padre Byles, así como sus escritos y los textos de su última misa,
celebrada el día del hundimiento, el segundo domingo de Pascua del año 1912.
La homilía es particularmente estremecedora: diserta sobre necesidad
de un rescate espiritual mediante la oración y los sacramentos en caso de que
se produzca un naufragio (físico o espiritual). Al cabo de pocas horas, el
Titanic se hundió.
Uno
de los testigos de su muerte es el de Agnes McCoy, pasajera de tercera clase
y superviviente del naufragio. Ella declaró que el p. Byles permaneció a
bordo para escuchar confesiones, rezar con los pasajeros y
darles su bendición en los minutos finales.
Otra pasajera de tercera clase, Helen Mary
Mocklare, afirma:
“Nos echaron de nuestros asientos…
Vimos al padre Byles ante nosotros, llegando por el pasillo con la
mano levantada. Le conocíamos porque él nos había visitado algunas
veces a bordo y celebrado la misa para nosotros justamente
esa mañana. ‘Tengan calma’, pedía, y después seguía en la tercera
clase dando la absolución y bendiciendo… Algunos entraban en pánico
y era entonces cuando el sacerdote volvía a levantar su mano
y todos se calmaban de nuevo. Los pasajeros estaban completamente
sorprendidos con el autodominio absoluto del padre”.
Helen también afirma que un marinero “avisó al sacerdote sobre
el peligro y le suplicó que embarcase en un bote “,» pero
el padre rehusó dos veces. “El p. Byles podía haberse salvado,
pero no quería dejar el barco mientras quedase un pasajero. Y las súplicas del
marinero no fueron escuchadas. Después de que yo subí al bote salvavidas,
que era el último en partir, y nos íbamos apartando del Titanic,
yo aún conseguía oír con claridad la voz del sacerdote y las
respuestas a sus oraciones”.
Miriam Díez Bosch
Fuente: Aleteia






