Margarita Saldaña recuerda que solo tras su muerte se realizaron sus «intuiciones»
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| Charles de Foucauld, en 1916, año de su muerte. Foto: @FondsFoucauld - Diócesis de Viviers. |
Este domingo Francisco canonizará
a Carlos de Foucauld (1858-1916),
un santo espiritualmente tan fecundo tras su muerte como fracasado en vida. Nos
explica esta paradoja Margarita
Saldaña, licenciada en Periodismo y en Teología Dogmática y autora de
diversos libros: San José: los ojos de las entrañas, Tierra
de Dios: una espiritualidad para la vida cotidiana o Rutina
habitada: vida oculta de Jesús y cotidianidad creyente.
A los que se suma uno muy reciente: El hermano inacabado.
Carlos de Foucauld (Sal Terrae).
-¿Desde dónde te acercas a su figura?
-Pertenezco a la familia espiritual de Carlos de Foucauld, como laica
consagrada en la primera rama femenina, fundada en 1933, las Hermanitas del Sagrado Corazón.
Además, tengo la suerte de formar parte de un equipo de investigación que lleva más de veinte años
profundizando en la vida y los escritos de Carlos de Foucauld, particularmente
a través de textos inéditos.
»Esta doble perspectiva, una más carismática
y otra más intelectual, me abre un gran horizonte de comprensión de un
personaje muy complejo, cuya trayectoria existencial alberga un mensaje de gran
actualidad para el creyente de hoy.
-¿No se
encuentra lejos del creyente contemporáneo un santo francés que vivió a caballo
entre los siglos XIX y XX?
-Los santos tienen una actualidad
permanente, que consiste en su capacidad de haberse dejado trabajar por la gracia. En este
sentido, Carlos de Foucauld nos resulta extraordinariamente cercano. A partir
de sus caminos siempre abiertos y de sus sombras nunca resueltas, nos indica
que es posible ir
creciendo cada día en una relación auténtica con Dios y con los demás. Él,
que quería ser "hermano universal", descubre y muestra que la vía
para llegar a ser hermanos de todos no consiste en la perfección moral, sino en
la apertura sostenida de nuestra fragilidad al trabajo de Dios en nuestra
pequeñez.
-A Carlos de
Foucauld se le conoce como "hermano universal", y así le propone el
Papa Francisco al final de la encíclica Fratelli tutti.
¿No está este "título" en contradicción con la imagen de
"hermano inacabado" que tú utilizas?
-Más que en contradicción, estas dos
imágenes se hallan en profunda continuidad. Cuando en 1901 llega al desierto
ordenado sacerdote, Carlos de Foucauld comienza a sentir el deseo de ser
hermano de todos, pero progresivamente va descubriendo que la clave de esta
relación no la posee él, sino que son los demás quienes le reconocen o no como
hermano. La fraternidad universal será un proyecto vital que tirará de él cada
vez más lejos, que le llevará a buscar a la gente más abandonada. Y, al mismo tiempo, será un proyecto que
nunca llegará a término, porque Carlos experimenta en sí mismo límites que
dificultan esta relación, y también porque sus ideas fundacionales no tienen
éxito y muere sin compañeros. En cierto sentido, las intuiciones de Carlos de Foucauld van realizándose después
de su muerte, a través de su gran familia espiritual y también de ese
espíritu de "salida" que el Papa Francisco desea inyectar en toda la
Iglesia.
-En tu libro
utilizas los términos de "exploración" e "irradiación" para
referirte a la vida de Carlos de Foucauld. ¿Qué expresan dichos términos?
-La vida de Carlos de Foucauld puede
leerse a partir de estas dos claves, que son también complementarias. Por una
parte, su itinerario va a
transcurrir por muchísimos paisajes diferentes: de origen noble, educado
con cariño por una familia extensa tras la muerte de sus padres, deja de creer,
ingresa en el ejército y pasa enseguida a la reserva, hace un viaje científico
por Marruecos, recupera la fe cristiana, pasa siete años en la Trapa, busca la
radicalidad de los márgenes en Nazaret, es ordenado sacerdote y, en los últimos
años, se instala en en norte de África y va al encuentro de los tuaregs.
»Por otra parte, estas etapas tan
diferentes le llevan a explorar otros paisajes interiores e inéditos: sus
propios deseos y límites, los secretos de la relación, el sentido de la
eucaristía, el valor de la presencia como espacio de misión, etc. En esos
lugares, su vida va siendo
sencillamente "irradiación" de Jesús, anuncio del Evangelio más
por el testimonio que por la palabra.
-Carlos de
Foucauld murió sin haber fundado nada y sin realizar prácticamente ninguna
conversión. Este aparente fracaso, ¿tiene algo que decirnos hoy?
-Este "aparente fracaso"
está directamente conectado con dos misterios de la vida de Cristo que arden en el
corazón de Carlos de Foucauld. El primero de ellos es la ineficacia de Nazaret, donde
el Hijo de Dios pasa la mayor parte de su existencia humana sumergido en la
banalidad de lo cotidiano. En Nazaret no sucede nada extraordinario y, sin
embargo, Jesús está ya salvando el mundo por medio de la íntima comunión con el
ser humano. Esta vida nazarena no es un fracaso, ni una fase inútil, sino un
lugar de revelación.
»Algo semejante sucede con el misterio
pascual: Jesús muere solo.
La cruz es otro lugar de revelación. Estos dos misterios dotan de sentido la
existencia de Carlos de Foucauld y la nuestra: aunque nuestra vida no dé los
"resultados" que nos gustaría, puede ser espacio de salvación si nos dejamos habitar y
trabajar por Dios.
-¿Qué
mensaje tiene Carlos de Foucauld para la Iglesia contemporánea?
-Un santo es un testigo, un compañero
de camino, un hermano mayor. San Carlos de Foucauld nos llama insistentemente a
volver al Evangelio, a fijar los ojos en Jesús y a dejarnos arrastrar por la
pasión de su Corazón: este mundo fisurado por la injusticia, este mundo
sediento de salvación, este mundo que Dios ha amado tanto.
»Carlos de Foucauld nos invita a no vivir pendientes de las cifras
ni de los resultados, y a no tener miedo de gastar la vida a fondo perdido,
porque la auténtica eficacia es aquella del grano de trigo y del puñado de
levadura. El testimonio de Carlos de Foucauld es una buena noticia para toda la
Iglesia, para todos los bautizados. Su canonización, más que "subirle a
los altares" le baja aún más a la tierra para caminar con nosotros tras
las huellas de Jesús.
Luis Javier Moxó
Fuente: ReL






