6 – Junio. Lunes. Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia
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Dominio público |
Evangelio según san Juan 19,
25-34
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca.
Jesús, cuando
tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el
espíritu.
Los
judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los
cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a
Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los
soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían
crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no
le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le
traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Comentario
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí
tienes a tu madre
En esta frase se contiene el
cumplimiento de la promesa y enlaza con Génesis 3, que ya hemos referenciado.
María estaba al pie de la cruz y de pie, esperando un signo, una palabra. Y
esta llega y quizá primeramente la desconcierte, pero seguramente calibraría la
responsabilidad que implicaba. Es el nuevo Sí que da María en un momento
decisivo en el Plan de Salvación.
“Ahí tienes a tu hijo”: a todos y
cada uno de nosotros más allá de la carne y la sangre, una llamada y una mirada
para “ver” al Hijo en sus hermanos los hombres. Y “ahí tienes a tu Madre”, la
nueva Eva, desde el sí definitivo donde antes hubo una duda, un recelo... María
es Nuestra Madre por antonomasia por generar a Jesús y por dar ejemplo de
esperanza y determinación a pesar del sufrimiento y las dudas tras el drama del
Calvario.
Pero en el relato de San Juan
también hemos de destacar la entrega del Espíritu por parte de Jesús en la hora
de la muerte, un Pentecostés anticipado al del Cenáculo y en medio de un
paisaje desolador y oscuro. Y allí también estaba María, mirando expectante
hacia su Hijo y recibiendo de inmediato este signo divino de Amor como en la
Anunciación.
En esta fiesta de la
Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, tal como la proclamó San
Pablo VI en el Concilio Vaticano II, acerquémonos en oración y con devoción a
Quien, con su Sí, disipó las brumas del mal de origen y nos posibilitó una
nueva Esperanza.
“La Iglesia es femenina, porque
es ‘iglesia, ‘esposa’: es femenina. Y es madre, da a la luz. Esposa y madre. Y
los Padres van más allá y dicen: ‘También tu alma es esposa de Cristo y madre’.
Y en esta actitud que viene de María, que es Madre de la Iglesia; de esta
actitud podemos comprender esta dimensión femenina de la Iglesia que cuando
falta, hace que la Iglesia pierda su verdadera identidad y se convierta en una
asociación de beneficencia o en un equipo de fútbol, o en cualquier cosa, pero
no en la Iglesia”.
(Homilía del Papa Francisco en la
capilla de Santa Marta, día de la Virgen María, Madre de la Iglesia: la
Iglesia, como María, es mujer y madre, lunes 21 de mayo de 2018)
Fuente: Dominicos