7 – Junio. Martes
de la X semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio
según san Mateo 5, 13-16
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la
luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un
monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín,
sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille
así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den
gloria a vuestro Padre que está en los cielos.
Comentario
“Vosotros sois
la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo”.
Jesús se
dirige a las personas que le escuchan de modo que le entiendan. Utiliza
imágenes que les son muy familiares: la sal y la luz.
La sal
preserva de la corrupción los alimentos. El Señor manifiesta que sus discípulos
han de dar testimonio de Dios en este mundo reflejándolo en su vida. Haciendo
presente el Amor de Dios entre los hombres con sus buenas obras.
La luz es
necesaria para vivir, para todo. La luz se pone en un candelero para que
ilumine a todos los de la casa. Así el discípulo de Jesús debe ser luz que
señale a los demás el buen camino con su comportamiento.
Dice san Josemaría:
“Como quiere el Maestro, tú has de ser —bien metido en este mundo, en el que
nos toca vivir, y en todas las actividades de los hombres— sal y luz. —Luz, que
ilumina las inteligencias y los corazones; sal, que da sabor y preserva de la
corrupción. Por eso, si te falta afán apostólico, te harás insípido e inútil,
defraudarás a los demás y tu vida será un absurdo”[1].
Ser sal y luz
para que los hombres vean “vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos”. Dios quiere hacerse presente en el mundo a través de
los cristianos: que sean otros Cristos en los lugares en los que desarrollan su
vida familiar, su vida profesional, etc. Que su modo de comportarse sea tal que
ocurra lo que escribió san Josemaría en Camino: “Ojalá fuera tal tu compostura
y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee
la vida de Jesucristo”[2].
Alta es la
meta que el Señor nos propone. Mucho es lo que el Señor espera de los
cristianos, pero mayor es la gracia que el Resucitado nos da para que podamos
corresponder. El Resucitado nos concede que podamos ser sal y luz por medio de
la oración y de los sacramentos. De este modo, con la sal y luz de Cristo vivo,
empujamos hacia el cielo a muchas almas.
[2] San Josemaría, Camino, 2.
Javier Massa
Fuente: Opus
Dei