Una alegoría de cómo el bien vence al mal. Una tradición que ha ido pasando de generación a generación
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Dominio público |
La Tarasca, tiene su origen en la región francesa de
Tarascon. Desde allí su tradición se fue extendiendo por muchas ciudades del
Mediterráneo. Finalmente este animal “mitológico” terminó formando parte del
acervo cultural y quedó incorporado a las fiestas del Corpus de ciudades como
Valencia, Granada o Toledo.
Su historia, su leyenda, está unida a la figura de Santa
Marta. Dicen que esta criatura habitaba en la Provenza. Era un dragón con seis
patas, el torso de un buey, el caparazón de una tortuga y la cola con el
aguijón de un escorpión. Su cabeza era horripilante: era un león con orejas de
caballo y un rictus terrorífico.
La ciudad está en desolación. Se instaló a orillas del
Ródano. Un día devora a un pescador, otro día se llevar a las mujeres que han
bajado a lavar su ropa, se come a los niños imprudentes que fueron a nadar a
pesar de las advertencias de sus padres. Nadie se atreve a enfrentarse a esta
abominable criatura cuyas fechorías siempre quedan impunes. El Rey de Tarascon
lo intenta, pero nunca pudo vencerle.
Un día Santa
Marta se acercó a ella tranquilamente. La encuentra dormida. Acaba de comerse a
una nueva víctima. La santa sin ningún miedo le arroja agua bendita y le hace
la señal de la cruz. El monstruo despierta y la sigue hasta la ciudad. Allí el
pueblo matará a la bestia. La historia es más bien una leyenda. Nadie ha podido demostrarlo y queda más como una alegoría.
Hoy en día, esta tradición mitológica tiene su recuerdo en
las procesiones de Valencia, Granada y Toledo.
En Toledo no se conocer realmente cómo empieza esta tradición.
Aunque algunos escritores muestran en sus relatos su significado. Caro Baroja
explicaría como la Tarasca es una bestia del Apocalipsis y sobre ella ponen
siempre una “tarasquilla” que sería Ana Bolena. Una alusión a la impulsora del
Cisma y que quedaría relacionada con elementos a abandonar: la avaricia y el
orgullo.
En Granada, el Corpus no sería nada sin la Tarasca y, si bien
tiene los mismos condicionantes y la misma evolución, lo que cambia es la
“tarasquilla”. Aquí, según dicen, se trataría de la mismísima Santa Marta que
va a lomos del dragón tras haberlo “domesticado”. Bastante polémica hay a este
respecto.
Zamora o Valencia son otras ciudades donde aparece la Tarasca. Todas estas representaciones no son sino una mera alegoría del triunfo de la Fe y de la Eucaristía sobre el pecado. Una utilización de las imágenes y de los símbolos de manera catequética, con la que explicar porqué es tan importante la celebración del Corpus, la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Álvaro Real
Fuente: Aleteia