Pero, ¿sabemos bien de qué se trata vivir en sinodalidad?
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La consigna de vivir la fe
católica en sinodalidad, tanto sea en pequeños gestos individuales y
comunitarios, como en la vida de las parroquias, diócesis, organismos
regionales y el mismo Vaticano, nos viene marcando el paso a los creyentes con
compromiso concreto y horizonte claro. Pero, ¿sabemos bien de qué se trata
vivir en sinodalidad?
“El
Concilio Vaticano II fue el inicio providencial del proceso que ha llevado hoy
al inicio del proceso sinodal convocado por el Papa Francisco. Tal
vez, desbalanceándome, incluso para ser sensatamente provocativo, voy tan lejos
como para decir que lo que estamos llamados a experimentar es el evento de
la Iglesia más importante y también estratégicamente decisivo desde el Concilio
Vaticano II.
Porque es la expresión más genuina y desafiante de la eclesiología del Vaticano II. Es como si hasta ahora, a pesar de las mil contradicciones que bien conocemos, el rostro de la Iglesia diseñado por el Concilio hubiera comenzado a expresarse en todas aquellas formas en las que hoy, ya, el Pueblo de Dios ha aprendido a vivir su camino: de la liturgia renovada a la escucha directa y comunitaria de la Palabra de Dios, de la colegialidad episcopal al redescubrimiento de la coesencialidad de los dones carismáticos en la vida y misión de la Iglesia, del redescubrimiento y énfasis en la igual dignidad de todos los bautizados a la vocación universal a la santidad, de la presencia de los cristianos en la vida social y pública como levadura de liberación y justicia y sal de fraternidad y diálogo.
El redescubrimiento y realización de una Iglesia sinodal es al
mismo tiempo el fruto convergente de todo ello junto con el paso necesario y
coherente que permite dar cobijo, figura, solidez e impulso misionero a la obra
de renovación promovida por el Concilio. De lo contrario, todo acaba
deteriorándose y desapareciendo.
Sí, sínodo es lo que Dios espera de la Iglesia: como dice el
Papa Francisco. En el tercer milenio —precisa— no en los próximos
años o décadas. Porque es un proceso largo, exigente, al menos en parte sin
precedentes, en el que nos encontramos involucrados. Se necesita confianza,
generosidad, perseverancia.”
Pero… ¿quién afirma con esta profundidad, conocimiento y
convencimiento que en la sinodalidad está la clave de una Iglesia que interpreta
cabalmente los signos de este tiempo?
Es el padre Piero Coda, Secretario de la Comisión Teológica
Internacional, Profesor de Teología Sistemática en el Instituto Universitario
Sophia, y quien tuvo a su cargo la ponencia de cierre del Diplomado “Iglesia y
Sinodalidad” organizado por el Cebitepal (Centro de Formación del Consejo
Episcopal Latinoamericano).
Coda desarrolló su exposición en torno a 3 núcleos: contexto del
proceso sinodal en el cual estamos todos involucrados; algunas actitudes
espirituales en el ejercicio del discernimiento comunitario; algunas dinámicas
estructurales que deben ritmar dicho ejercicio.
Es muy necesario focalizar sobre los puntos en los que este
sacerdote italiano refuerza y también detalla porque ayudan y mucho a
comprender qué aporta cada uno en la construcción sinodal de una vida cristiana
sumándole esa fundamentación reclamada desde varios espacios, muchas veces
hasta con desconfianza y una pizca de malicia.
Sostiene Coda que en el proceso sinodal la palabra central es Participación,
el tercer polo entre Comunión y Misión, como lo ha dicho el Celam tantas veces.
Participación significa tomar parte, no tomar una parte, todos en todo, cada
uno con su carisma, ministerio, vocación, competencias, en sinergia con los
demás. Es el Papa Francisco quien da el puntapié inicial pero los protagonistas
son — una vez más— el Espíritu Santo y todo el pueblo de Dios.
Cuando aborda la cuestión del discernimiento comunitario propone
dejarse tamizar por el Espíritu de Jesús como personas y como comunidad, codo a
codo con los hermanos y en la historia que transitamos. Antes, durante y
después hay que hacer una radiografía sobre cómo nos va en nuestra comunidad. Y
sugiere distinguir 3 pares de actitudes: intención-humildad;
obediencia-parresía; sentir en el espíritu-pensar sinodal.
“Es necesario (…) mirar las situaciones y los problemas, y abrirse
desarmados y con valentía a los caminos nuevos que ellos piden, poniendo la
mirada del corazón y de la mente en Cristo y en Cristo crucificado y resucitado.
Se trata de ver el mundo –y a esto la fe lo hace posible– como Él lo ve: es
más, de verlo en Él, con una mirada de amor impulsada hasta esa identificación
que toda realidad y situación acoge y asume desde abajo y desde adentro”,
indica Coda para asumir el ejercicio del discernimiento comunitario.
Este ejercicio de discernimiento comunitario se vale del trinomio
“ver-juzgar-actuar” con un ritmo acompasado en 3 tiempos: conclusión y
decisión; gestión de los conflictos; verificación.
Leamos al Papa Francisco, siempre invitando a primaveras
eclesiales, citado al final de su exposición por el padre Coda:
“Ante este panorama hace falta
una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia
que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que
pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y
hermanas; una Iglesia que se dé cuenta de que las razones por las que hay gente
que se aleja, contienen ya en sí mismas también los motivos para un posible
retorno”.
¿Estaremos a la altura de los tiempos que nos son dados para vivir
nuestra fe?
Para acceder a la ponencia completa del Pbro. Dr. Piero Coda se
puede consultar el siguiente enlace
Virginia Bonard
Fuente: Aleteia