Sus biógrafos concuerdan: su fe cristiana le llevó a buscar la reconciliación
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Mandela, el ex presidente sudafricano en el Cape Town/AP |
Todos,
lógicamente, coinciden en reconocer que Nelson Mandela pasará a la historia
como el gran artífice del fin del apartheid. Sólo algunos
profundizan y analizan la singular manera de hacerlo: la magnanimidad, el
perdón, la reconciliación, en definitiva el evangélico amor al prójimo.
Creo que, siguiendo su testimonio, y el de todos los biógrafos del
gran líder africano, premio Nobel de la paz, podemos dar un paso más:
preguntarnos por su secreto.
El secreto de Nelson Mandela esta en
sus raíces cristianas, en su fe, y en cómo esta fe le llevó a hacer
una profunda experiencia en su más de medio siglo de cautiverio.
Libertad interior
Victor Frankl, el padre de la
logoterapia (psicoterapia del sentido), dedujo de su experiencia de preso en el
campo de concentración de Auschwitz, que en situaciones como esa de privación
de libertad en las que se intenta deshumanizar y llevar a la indignidad al ser
humano, es cuando queda el recurso de recomponer y de potenciar un don que
nadie puede quitarnos: el de la libertad interior.
Gracias a ella, y sólo gracias a ella, se puede sobrevivir en una
situación extrema de injusticia.
Y también decía Victor Frankl que para reconocer y potenciar esta
libertad interior lo más importante era contar con un sentido último en la
vida, con un “ultra-sentido”, lo llamaba él.
Y que el único ultra-sentido conocido en la historia de la
humanidad es la fe y la confianza en Dios.
Pues bien, así es como Nelson Mandela recuperó y potenció su
libertad interior, y en ella, su deseo de perdonar, y su plan de acabar con el
racismo con la fuerza imparable del amor.
Fraternidad universal
El ideal de Nelson Mandela no era la
igualdad racial. Esto era un medio. El ideal de Nelson Mandela era la fraternidad
universal, querida y añorada por Dios, padre de todos los
hombres.
Al salir de la cárcel alguien le pregunto: “¿Cómo se siente al
recobrar la libertad?”. Nelson Mandela contestó: “Yo no he dejado nunca de ser
libre”.
El último verso del Invictus, ese poema de William
Henley que tanto ayudó a Nelson Mandela en sus años en la cárcel, dice así:
“Soy el amo de mi destino: Soy el capitán de mi alma”.
Manuel Bru
Fuente: Aleteia