21 – Julio. Jueves de la XVI semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Mateo 13,
10-17
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó: «A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen.
En
verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo
vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Comentario
Los discípulos preguntaron a
Jesús por qué hablaba en parábolas. El Maestro les hace ver que predica “los
misterios del Reino”. Para los hombres son difíciles de entender directamente.
Por eso emplea un lenguaje figurado, con imágenes cercanas a los oyentes y que
se refieren veladamente a los misterios.
En su explicación a los
discípulos, Jesús dice: “al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero
al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará” (v. 12). La frase nos
inquieta porque parece una injusticia. En cambio, Jesús explica de esta manera
que quien no recibe con buena voluntad el evangelio y la gracia, se hace
incapaz para entenderlo y para recibir más. En cambio, quien se dispone
dócilmente a dejarse transformar por la palabra de Dios —que eso hacían los
discípulos— no solo recibe la gracia de la conversión, sino que se hace apto
para recibir más gracia aún.
Sorprende la cita de Isaías que
emplea Jesús: “no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan
con el corazón y se conviertan, y yo los sane” (v. 15). En realidad, el Señor
recurre aquí a la ironía, precisamente para lamentarse de que sus oyentes están
cumpliendo, con su libre correspondencia, la profecía de Isaías, a pesar del
afán que tiene el Señor por salvarlos. En efecto, aunque muchos veían los
milagros que Jesús hacía y tenían quizá más capacidad que los doce para
comprender sus palabras, libremente hacían oídos sordos al mensaje y se sumían
en una ceguera voluntaria.
En nuestro día a día, quizá nos
ocurra que no entendemos algún punto de nuestra fe, de la moral o una acción
que nos causa dolor y nos parece injusto. En estas ocasiones, no pongamos
nuestra confianza en nuestro propio entendimiento sino en el Señor que nos
invita a levantar la mirada y ponernos en un plano sobrenatural. Es lógico que,
a veces, no entendamos, ese es el momento de poner nuestra confianza en el
Señor y pedir luz al Espíritu Santo para procurar comprender. Tampoco los
discípulos pueden entenderlo todo. El mensaje profundo y liberador que
encierran las parábolas de Jesús solo puede ser asimilado por aquellos que
ponen su confianza en el Señor.
Pablo M. Edo
Fuente: Opus Dei