Si queremos humanizar nuestras vidas, debemos usar nuestros bienes para hacer el bien a quien lo necesita
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Sharon McCutcheon | Unsplash CC0 |
El dinero
puede usarse bien o puede usarse mal: la Biblia ofrece varios ejemplos
iluminadores, como muestra en la siguiente reflexión el doctor en teología
dogmática Rafael Luciani:
En la época de Jesús había grupos que centraban su vida en torno
al dinero, como los círculos herodianos, los terratenientes de Séforis y
Tiberíades, y las familias sacerdotales de Jerusalén.
Ellos representaban tres grandes poderes: el
político, el comercial y el religioso.
Estos grupos no solían tratarse, sólo se unían para lograr
acuerdos que los beneficiaran sobre la base de un audaz sistema financiero que
hacía uso de la moneda romana.
Las monedas
eran acuñadas con la imagen de Tiberio para recordar que él era el único Señor
capaz de dar vida y distribuir bienes.
El control político romano era absoluto y fomentaba prácticas
colaboracionistas. De ahí el reclamo de Jesús: «al César lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios».
Dios, el César y el dinero
No se trata de darle a cada uno su parte, como a muchos les
gustaría.
Mientras Dios tiene hijos y les ofrece una
vida libre para que disfruten de los bienes de la tierra, el César produce súbditos esclavizando
la vida y haciendo uso de los bienes para manipular las conciencias (Mt 4,9).
Las autoridades religiosas y políticas ya no pensaban en los
pobres, sino en el propio bien, y lo hacían en nombre de dios (Amós 8,4-7).
Jesús no tardó en responder: se debe servir a «Dios» y nunca al
«César» (Mt 22,21) ni al «dinero» (Mt 6,24).
La religión no puede ser un comercio «sagrado» (Jn 2,14-16), ni la
política una forma de idolatría religiosa.
Cuando el dinero se convierte en ídolo
(Mc 10,24) es usado
como fuente de control, poniendo en riesgo todo aquello que nos hace ser
sujetos: la libertad, la confianza, la solidaridad y la gratuidad.
Cómo usar bien el dinero
El dinero tiene sentido cuando se usa
en función de construir ese nuevo estado de cosas y relaciones que Jesús llama
el Reino.
Si genera proyectos trascendentes que no sólo
ofrezcan una mejor calidad de vida, sino una plenaen
bondad y solidaridad fraternas.
Algo que tanto la política como la religión suelen olvidar.
El dinero deshumaniza si se usa para
sobornar (Mt 28,12), si absorbe
todo nuestro tiempo (Lc 14,18), al obsesionarnos por
él (Lc 12,20), si sustituye
las relaciones personales (Jn 2,16), cuando
esperamos retribución (Mt 6,2).
¿Hemos, pues, invertido para construir una vida con calidad divina
o una trivial? (Lc 16,1-13).
¿Qué hacer? Un primer ejemplo lo da un samaritano.
Usó sus bienes movido por la compasión fraterna (Lc 10,31-37).
Otro ejemplo lo da una viuda: no dio lo que le
sobraba, los excedentes, sino lo que necesitaba: vivía
solidariamente (Mc 12,41-44).
Si queremos humanizar nuestras vidas, debemos comenzar por sentir compasión ante
el abandono en el que se encuentran los pobres y afligidos, y ser solidarios
con las víctimas, incluso apostando nuestros propios bienes.
La indolencia hace
que quienes tienen dinero y poder para hacer algo mejor de este mundo, pasen
por la vida como el rico que no tuvo compasión (Lc 16,19-25) e hizo
del dinero un fin en sí mismo (Mt 6,19-21).
Rafael Luciani
Fuente: Aleteia