La abogada y canonista María Álvarez de las Asturias ofrece respuestas a dudas que planean sobre la separación y el divorcio
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Andrey Popov - Shutterstock/Los hijos son el elemento más frágil de la separación o el divorcio. |
El Papa Francisco acaba de
ofrecernos un documento publicado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia
y la Vida, titulado Itinerarios catecumenales para la vida matrimonial, que
nace de la preocupación del Santo Padre por las rupturas matrimoniales.
Además de proponer una nueva preparación al matrimonio, el Papa anuncia
que próximamente publicará otro documento sobre acompañamiento a “aquellas
parejas que han experimentado el fracaso de su matrimonio y viven en una nueva
unión o se han vuelto a casar civilmente”.
Y es que una ruptura matrimonial
es causa de enorme sufrimiento no sólo para los cónyuges y sus hijos, si los
tienen (la parte más débil y cuyo cuidado hay que poner como prioridad, como
también recuerda Francisco en Amoris Laetitia, n. 245); también para los
familiares, amigos y personas cercanas.
Cómo reaccionamos
En general, no sabemos bien cómo reaccionar ante una situación así:
no tenemos por qué conocer las consecuencias jurídicas de una separación o
divorcio; y las implicaciones emocionales, con frecuencia, nos impiden ofrecer
orientaciones objetivas. Parece que hay que tomar parte; y, además, surgen
rápidamente el juicio y las valoraciones morales.
Desde fuera es fácil opinar, pero
cuando se conocen por dentro las rupturas, queda claro que casi nunca las
cosas son como parecen. Es verdad que, en algunos casos, la decisión de poner
fin a un matrimonio puede tomarse de forma frívola; pero también en estos casos
es fácil que haya aspectos que, desde fuera, no se ven y, en consecuencia, no
se tratan.
Discernimiento caso por caso
¿Por qué dos personas que se
amaban llegan a una separación? Las causas pueden ser múltiples. En el
matrimonio, como en todos los ámbitos de la vida, los cónyuges -como todas las
personas- a veces no hacen las cosas bien o no les salen como querrían, a pesar
de todos sus esfuerzos por hacerlo bien; o se encuentran con problemas que no
consiguen resolver; o toman decisiones equivocadas e, incluso decisiones que
pueden hacer daño a otros. En definitiva, son situaciones muy complejas que no
se pueden despachar con una receta única. Una de las enseñanzas más
repetidas por el Papa Francisco en este pontificado, y que nos tiene que hacer
pensar, es la necesidad de un discernimiento caso por caso, sin recetas
generales.
Si nos referimos a un entorno de
Iglesia, ante una separación o divorcio podemos encontrarnos con que se
hace un vacío alrededor de los cónyuges; no entendemos bien qué significan y
qué consecuencias tienen separación y divorcio. Nos da miedo esta situación en la que no sabemos “quién es el
bueno o el malo” y sobre la que enseguida planea la sospecha de “situación
irregular”.
Cuándo hay «situación irregular»
Estar separado o divorciado es un
dato insuficiente para poder decir de una persona que está en “situación
irregular”. Lo que se pide a una persona casada es la fidelidad al cónyuge; es
decir, que, dado que está unida a otro en un compromiso de amor definitivo, no
puede entregarse a otra persona en una relación de amor parecida. Nos
encontraríamos ante una “situación irregular” cuando una persona casada
-separada o divorciada- establece una nueva unión afectiva con un tercero que
no es su cónyuge.
¿Está excomulgada?
Muchas veces decimos de quien
vive en una situación así que “está excomulgado”, y esto no es cierto. No
es lo mismo excomunión que no estar en disposición de comulgar. La
excomunión es una pena canónica reservada a delitos muy graves; una persona
divorciada en nueva unión no tiene pena de excomunión. Otra cosa es que no
pueda recibir los sacramentos porque la falta a la fidelidad al cónyuge es un
pecado contra el sexto mandamiento (Catecismo n. 2380-2386) y, como
consecuencia, la persona no está en disposición de recibir la Comunión
hasta que se confiese debidamente, que pasa por interrumpir la situación de
vida incompatible con la verdad.
El Papa nos llama continuamente a
no juzgar, a no señalar a las personas, a no olvidar la caridad y el cuidado de
las personas que sufren. Porque, entre otras cosas, desde nuestra ignorancia
podemos cargar a otros con pesos que no tienen fundamento en la doctrina de la
Iglesia.
María Álvarez de las Asturias
trabaja en el Instituto
Coincidir, dedicado a la atención familiar y personal en Madrid.
María Álvarez de las Asturias
Fuente: Aleteia