El 7 de febrero de 1996, en su segundo viaje a Nicaragua, el Papa San Juan Pablo II se refirió a la visita que hizo en 1983 como una “gran noche oscura”
![]() |
| San Juan Pablo II. Crédito: Vatican Media |
“Recuerdo la celebración de hace
trece años; tenía lugar en tinieblas, en una gran noche oscura”, dijo el
Papa peregrino en la Misa que celebró en Managua con las familias del país.
En la Misa de 1996, el Papa
polaco elevó al rango de Basílica el templo de la Inmaculada Concepción de El
Viejo, donde los nicaragüenses veneran “a la Purísima Inmaculada” para que “sea
siempre María de Nicaragua”.
En el país centroamericano, como
se oyó hace poco en Managua, es común la frase “María
es de Nicaragua y Nicaragua es de María”, por el gran amor de los católicos
a la Madre de Dios, un cariño que no se doblega ante la persecución de la
dictadura.
¿Por qué fue una noche oscura?
El avión de Alitalia que llevó a
Juan Pablo II a Nicaragua aterrizó a las 9:15 a.m. (hora local) del 4 de marzo
de 1983.
En Managua esperaban al Papa las
autoridades de la Junta de Gobierno sandinista, entre quienes estaba el
coordinador, Daniel Ortega, quien con su esposa Rosario Murillo lidera la
actual dictadura de Nicaragua.
El Papa polaco llegaba a un país
que estaba al borde de la guerra civil.
Según relata Nicaragua
Investiga, en el aeropuerto había una pancarta que decía “Bienvenido a la
Nicaragua libre gracias a Dios y a la revolución”. En ese marco, Ortega
pronunció un discurso favorable al régimen sandinista.
San Juan Pablo II saludó a las
demás autoridades que lo esperaban, también a Ernesto Cardenal, sacerdote y
activista de la teología marxista de la liberación que era ministro de cultura
del régimen, algo incompatible con el ministerio de los sacerdotes católicos.
“Cuando se acercó donde mí yo
hice lo que en este caso había previsto hacer. Quitarme la boina y doblar la
rodilla para besarle el anillo. No permitió él que se lo besara, y blandiendo
el dedo como si fuera un bastón me dijo en tono de reproche: Usted debe
regularizar su situación. Como no contesté nada, volvió a repetir”, relata
Cardenal en su libro “La Revolución perdida”.
En su discurso
inaugural, San Juan Pablo II dijo que llegaba a Nicaragua “en nombre de
Aquel que por amor dio su vida por la liberación y redención de todos los
hombres, querría dar mi aporte para que cesen los sufrimientos de pueblos
inocentes de esta área del mundo; para que acaben los conflictos
sangrientos, el odio y las acusaciones estériles, dejando el espacio al genuino
diálogo”.
Además de Ernesto Cardenal, otros
sacerdotes también hacían parte del gobierno: Su hermano Fernando trabajaba con
la Juventud Sandinista, Miguel d’Escoto era el canciller y Edgar Parrales era
diplomático.
Hugo Torres, entonces jefe de la
dirección política del Ejército de Nicaragua en esos años, recuerda que el
sistema de seguridad para resguardar al Papa era muy grande, también porque un
día antes de la llegada del Papa 17 jóvenes sandinistas fueron asesinados por
los “contras”, el bando financiado por Estados Unidos y que se enfrascó en una
guerra civil con los sandinistas durante una década.
Juan Pablo II fue luego en
helicóptero a León, donde dirigió unas breves palabras a los fieles presentes
para después volver a Managua.
Los ataques en la Misa en Managua
y la respuesta del Papa
Al inicio de la Misa y ante
cientos de miles de personas presentes, Mons. Miguel Obando Bravo, entonces
Arzobispo de Managua, saludó a San Juan Pablo II y comparó su visita a una que
hizo el Papa San Juan XXIII a una cárcel de Roma.
Durante la homilía de Juan Pablo
II, además de los fieles que daban vivas al Papa y a Mons. Obando, que luego
sería cardenal, también grupos de sandinistas gritaron lemas a favor de su
revolución.
“Entre cristianismo y revolución
no hay contradicción”, “Poder popular”, “El pueblo unido jamás será vencido”,
“¡La Iglesia popular”, “Queremos la paz”, fueron algunas de las frases que
gritaron.
Los gritos enojaron al Papa, que
pidió silencio más de una vez y finalmente les dijo: “Silencio. La primera que
quiere la paz es la Iglesia”.
Según el diario español El País,
San Juan Pablo II también dijo de manera improvisada: “Cuídense de los falsos
profetas. Se presentan con piel de cordero, pero por dentro son lobos
feroces”.
Al terminar la Misa, los
sandinistas hicieron sonar su himno, tras lo cual el Papa fue llevado al
aeropuerto, donde fue recibido nuevamente por el actual dictador Daniel Ortega,
quien le reprochó que se haya ido sin rezar por los 17 jóvenes asesinados y
justificó los gritos sandinistas en la Eucaristía.
“El Papa no lo hizo porque yo
creo que él pensó que cualquier palabra que dijera en esa dirección podía ser
interpretada como una palabra de apoyo a la revolución”, dijo al respecto Hugo
Torres.
En su discurso
de despedida, San Juan Pablo II no respondió a los ataques de Ortega sino
que agradeció la acogida y animó a los cristianos.
“En la fidelidad a su fe y a la
Iglesia, los bendigo de corazón –sobre todo a los ancianos, niños, enfermos y a
cuantos sufren– y les aseguro mi perdurable oración al Señor, para que Él les
ayude en todo momento”, dijo el Papa peregrino.
“¡Dios bendiga a esta Iglesia.
Dios asista y proteja a Nicaragua! Así sea”, concluyó.
Por Walter Sánchez Silva
Fuente: ACI Prensa






