25 - Agosto. Jueves de la XXI semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Mateo 24, 42-51
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
¿Quién
es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la servidumbre
la comida a sus horas? Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar,
lo encuentra portándose así. En verdad os digo que le confiará la
administración de todos sus bienes. Pero si dijere aquel mal siervo para
sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegar a sus
compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que
menos se lo espera, llegará el amo y lo castigará con rigor y le hará
compartir la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de
dientes.
Comentario
Ya cerca de su Pasión, Jesús pone
a sus interlocutores ante una pregunta fundamental: ¿hacia dónde camináis en la
vida y cómo lo hacéis? ¿Qué os mueve? Para ilustrar lo que quiere decir, usa
ejemplos fácilmente comprensibles por todos. Jesús habla de dueños, de ladrones
y de siervos. En esta vida tenemos unas posesiones y unos negocios que alguien
quiere robarnos. Todo el que tiene una posesión o lleva un negocio sabe de la
importancia de velar por sus bienes, de estar atento, de echar números, de
protegerse de las posibles causas de ruina. Si un dueño no protege lo que le
pertenece o no hace nada para que sus trabajadores obren bien y con
responsabilidad quiere decir que sus pertenencias y negocios no le importan
mucho. Uno se empeña por lo que ama.
Jesús aplica estos ejemplos a las
almas. Todos tenemos un tesoro muy grande: hemos sido creados, por amor, a
imagen y semejanza de Dios; hemos sido llamados a ser sus hijos; la sangre de
Cristo se ha derramado por nosotros. Amados, enriquecidos con muchos dones,
capaces de Dios y capaces de aportar en la edificación de la familia humana.
Pero hay alguien que quiere robarnos y separarnos de Dios y de los demás.
Alguien que quiere entrar en nuestro corazón y vaciarlo de todo lo grande,
llenándolo de aspiraciones mezquinas y egoístas, propuestas, directa o
indirectamente, por alguien que se presenta como ángel de luz que ofrece cosas
aparentemente grandes, pero que, a fin de cuentas, se revelan como paja que se
lleva el viento.
Jesús nos habla de la indolencia
y de la hipocresía. Y nos pregunta: ¿te interesa lo que te ofrezco?, ¿lo
valoras?, ¿lo guardas?, ¿lo cultivas? ¿Lo amas con el corazón y con obras?
Velar es amar con el corazón eso que Dios nos ofrece. Velar es profundizar en
el conocimiento de los tesoros recibidos. Velar es cultivar, fumigar y podar
cuando sea necesario. Con la ilusión del agricultor que espera la cosecha, con
la ilusión de que el Señor nos encuentre en cada momento, hoy y ahora, con un
corazón enamorado. A esos deseos eficaces del corazón es a los que Dios
escucha: ahí está el momento de nuestra salvación, en el hoy y el ahora que
tengo entre manos.
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus Dei






