En su homilía dirigida a los fieles presentes en la Basílica de Santa María in Collemaggio de L'Aquila, el Papa Francisco aseguró que quien sabe lo que significa perderlo todo, “puede atesorar el don de la misericordia”
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| Papa Francisco en la Misa en L'Aquila. Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa |
Tras su llegada a L'Aquila, el
Papa Francisco realizó una visita privada a la Catedral de la Piazza Duomo y
más tarde se reunió con las familias víctimas del terremoto de 2009.
Posteriormente, se dirigió en
papamóvil a la Basílica de Santa María in Collemaggio, donde presidió la Santa
Misa, el rezo del Ángelus y el rito de la apertura de la Puerta
Santa.
Al comienzo de su homilía, el
Papa recordó que “hoy celebramos la Eucaristía en un día especial para esta
ciudad y para esta Iglesia: el Perdón Celestino”.
“Aquí se conservan las reliquias
del santo Papa Celestino V. Este hombre parece darse cuenta plenamente de lo
que hemos escuchado en la primera lectura: ‘Cuanto más grande seas, más
humilde debes ser, y encontrarás gracia ante el Señor’”, aseguró.
Más tarde, el
Santo Padre lamentó que “los humildes parecen débiles y perdedores a los ojos
de los hombres”.
“Pero en realidad son los
verdaderos ganadores, porque son los únicos que confían plenamente en el Señor
y conocen su voluntad”, defendió.
“La humildad no consiste en
desvalorizarnos, sino en ese sano realismo que nos hace reconocer nuestro
potencial y también nuestras miserias. Partiendo precisamente de nuestras
miserias, la humildad nos hace apartar la mirada de nosotros mismos y
dirigirla a Dios”, aseguró a continuación.
Posteriormente, explicó que “ser
creyente no significa acercarse a un Dios oscuro y aterrador. Nosotros,
queridos hermanos y hermanas, nos hemos acercado a Jesús, el Hijo de Dios, que
es la Misericordia del Padre y el Amor que salva”.
Asimismo, añadió que “ser
perdonado es experimentar aquí y ahora lo más parecido a la resurrección. El
perdón es pasar de la muerte a la vida, de la experiencia de la angustia y la
culpa a la de la libertad y la alegría”.
“Queridos hermanos y hermanas,
habéis sufrido mucho a causa del terremoto, y como pueblo estáis intentando
levantaros y volver a poneros en pie”, dijo haciendo referencia al terremoto de
2009 donde 300 personas perdieron la vida.
“Pero los que han sufrido deben
ser capaces de atesorar su sufrimiento, deben comprender que en la
oscuridad que han experimentado, también se les ha dado el don de comprender el
dolor de los demás”, dijo a continuación.
“Podéis atesorar el don de la
misericordia porque sabéis lo que significa perderlo todo, ver cómo se
desmorona lo que has construido, dejar atrás lo más querido, sentir el desgarro
de la ausencia de los seres queridos. Podéis apreciar la misericordia porque
has experimentado la miseria”, señaló.
El Papa Francisco también habló
de aquellos que sufren un "terremoto del alma", algo que “pone
en contacto con su propia fragilidad, sus propias limitaciones, su propia
miseria”.
“En esta experiencia -continuó el
Papa-, uno puede perderlo todo, pero también puede aprender la verdadera
humildad. El hombre no es el lugar que ocupa, sino que es la libertad de la que
es capaz y que manifiesta plenamente cuando ocupa el último lugar, o
cuando se le reserva un lugar en la Cruz”.
“Y es precisamente a María, a la
que veneráis con el título de Salvación del pueblo de L'Aquila, a quien queremos
confiar el propósito de vivir según el Evangelio. Que su intercesión maternal
obtenga el perdón y la paz para el mundo entero”, concluyó el Papa.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa






