1 – Septiembre. Viernes de la XXII semana del Tiempo Ordinario
![]() |
Misioneros digitales católicos MDC |
Evangelio
según san Lucas 5, 33-39
Pero ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber».
Jesús les dijo: «¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días».
Les dijo también una parábola: «Nadie recorta una pieza
de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo
se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. Nadie echa vino nuevo
en odres viejos: porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se
derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie
que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».
Comentario
El evangelio
de hoy nos recuerda una controversia de algunos fariseos con Jesús. Justo
antes, Lucas ha hablado de la vocación de Mateo y de la comida que organiza en
su casa. Los fariseos habían echado en cara a los discípulos de Jesús haber
comido con publicanos y pecadores y de romper las tradiciones, pero Jesús les
había confiado que los que necesitaban médico eran los enfermos.
Esta actitud
de los fariseos, aparentemente producto del celo por la ley, desvela, por un
lado, falta de conocimiento del sentido de la ley y, como se ve por los
evangelios, falta de rectitud de intención. Para esos fariseos, el ayuno tenía
un valor absoluto en sí mismo. Ahora bien, ellos también modificaban esos
ayunos en ocasiones especiales. Jesús les hace ver que el “esposo” está
presente. El “esposo” es él mismo. Él es el mesías, él va a desposar a la
Iglesia. El ayuno tiene un sentido, un contexto de penitencia, y ahora,
mientras él está con los discípulos, es tiempo de alegría.
Aquellos
fariseos no reconocían en Jesús a nadie importante. Nuestras obras manifiestan
lo que hay en nuestro corazón. Si vamos a misa y tenemos fe en la presencia
real de Cristo en la Eucaristía, llegamos a la hora, nos presentamos con
elegancia, participamos activamente, nos comportamos con respeto. Las cosas
grandes han de ser celebradas. También con banquetes que sean una auténtica
acción de gracias a Dios, que ha hecho los alimentos para nosotros, y con los
que ha querido decirnos que la vida del hombre es siempre un regalo de alguien
que nos ama y es generoso.
Las últimas
palabras del evangelio nos animan a profundizar en la novedad de la presencia
de Cristo entre nosotros. El ayuno, práctica tradicional judía, es bueno, y los
cristianos lo vivimos con ese buen espíritu, pero a lo que aspiramos es a un
tiempo de alegría, en el que el ayuno haya perdido su sentido porque ya
viviremos con Dios para siempre.
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus
Dei