Conoce la historia de los llamados "Falsificadores de Dios", unos claretianos españoles afincados en París que pusieron el amor por encima de la ley
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| Iglesia de la Misión Católica Española en la calle de la Pompe de París /Polymagou-CC BY-SA 4.0. |
En
agosto del 2020, el periódico El País de
España publicó un reportaje de un hecho desconocido en la historia por más de
80 años titulado “Los falsificadores de Dios”. He aquí el suceso:
Transcurrían los años 40, en París, Francia. En la Rue
de Pompe, número 51, vivían una decena de claretianos que hacían
parte de la Misión Católica Española.
Cuatro sacerdotes valientes
Destacan particularmente cuatro sacerdotes: el padre Joaquín Aller,
nacido en 1897 en Campo de Villavidel (León).
La
prensa local asturiana de la época informó de que había colaborado con un
comunista asturiano exiliado para devolver a Asturias la talla de la Virgen de Covadonga,
que pasó parte de la Guerra Civil en la embajada española de París. Murió en
Bilbao en 1964.
Gilberto Valtierra nacido
en 1889 en San Martín de Humada (Burgos), en una familia de cinco hermanos.
Allí sigue viviendo un sobrino nieto suyo, Luis Porras Valtierra
quien tiene grabado el día de su muerte a fuego en su memoria pues recibió una
carta de Francia.
En ella, una familia que no conocía le decía: ‘Los pobres de París
lloran ante la tumba del padre Valtierra’.
Emilio Martín, uno de los
padres fundadores de la misión claretiana. Llegó allá por 1913 con el objetivo
de ayudar a los inmigrantes españoles que vivían con dificultades.
Nacido en Segovia en 1869, Martín enseñó y dirigió a los
claretianos que pasaron por la Rue de la Pompe hasta su muerte, en 1951.
Y, por último, Ignacio Turrillas, nacido
en Monreal (Navarra) en 1897. Él fue el último en morir en el año 1979.
Bautismos falsos para salvar a los
judíos de los nazis
Estos hombres comunes, entre los años 1940 y 1944, ayudaron a
salvar a un centenar y medio de judíos, la mayoría sefardíes, de la persecución
nazi. Un bautismo falso proporcionaba
la oportunidad de escapar del horror y huir de Francia.
En un armario de la iglesia de la Misión Católica Española se
encuentran centenares de partidas de bautismo falsas que estos cuatro
sacerdotes escribieron y firmaron, poniendo en peligro sus vidas, para evitar
que el Gobierno de Vichy arrestara a decenas de familias judías.
Con una letra clara, los curas se alternaban para falsificar
los documentos. En dichos registros anotaron datos
relevantes que, analizados hoy, nos permiten darnos cuenta de cómo eran los
bautizados.
La gran mayoría eran sefardíes y la edad media era de 33 años: el
más joven solo tenía unos pocos meses de vida, y el mayor, 75 años.
A muchos se les castellanizó el nombre con el objetivo de que,
cuando presentaran toda la documentación a las autoridades francesas para huir
a España, no se los vinculara con un posible registro en el censo judío. Así,
Levy se convirtió en Luis, Jacobo en Jaime y Moisés en Mauricio.
Más allá de la ley
Colaborar con los judíos suponía un delito grave, especialmente si
se falsificaba documentación relevante, como visados, pasaportes y partidas de
bautismo.
Estos sacerdotes no solo estaban infringiendo la ley eclesiástica haciendo
conversiones falsas, sino que se enfrentaron al Estado francés.
Aunque la falsificación para salvar judíos no fue muy común, hubo
episodios similares probados que libraron a miles de personas de ser asesinadas
por los nazis.
Un ejemplo fue la Operación Bautismo,
en la que el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli, futuro papa Juan XXIII,
falsificó durante la Segunda Guerra Mundial partidas
de bautismo para salvar a 24.000 judíos desde Estambul (Turquía).
Se sabe, además, que el por entonces cónsul general de España en
París, Bernardo Rolland, conocido por salvar secretamente a más de 80 judíos,
prestaba una oficina en el consulado para ayudar a los sefardíes y aconsejaba a
algunos de ellos para que fueran a ver a los sacerdotes y así falsificar las
partidas.
Los Saporta
Karine Saporta es hija, sobrina y nieta de algunos de estos
“bautizados”. Conoció la noticia después de devolver una llamada perdida a su
móvil del periodista de El País. “Pensaba que era una
broma”, relata.
El caso de los Saporta sobresale del resto por sus protagonistas.
El benjamín de la familia se llamaba Raimundo.
Tenía 16 años y se convirtió décadas
después en el vicepresidente del Real Madrid, mano derecha de Santiago
Bernabéu y artífice, entre otras cosas, de que el jugador Alfredo Di Stéfano
acabara vistiendo la camiseta blanca de por vida.
Una figura relevante de España, vinculada también a la dirección
de la Federación Internacional de Baloncesto.
El amor sobre todo
A ninguno de estos misioneros españoles les tembló el pulso al
firmar aquel centenar y medio de conversiones falsas para intentar salvarles la
vida a estas personas
Que a nosotros tampoco nunca nos tiemble la mano para hacer el
bien, para poner el amor por encima de la ley.
Luisa Restrepo
Fuente: Aleteia






