29 – Octubre. Sábado de la XXX semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio
según san Lucas 14, 1. 7-11
Un sábado,
entró él en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo
estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando
te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan
convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y
al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a
ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en
el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo,
sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. 11Porque
todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Comentario
Santa Teresa
decía que la humildad es andar en verdad. Es la virtud que nos permite
situarnos en la realidad de nosotros mismos, vivir en ella con serenidad y
alegría. En la parábola que se nos propone en el Evangelio de hoy, Jesús nos
indica cómo hacer para andar en la verdad de nosotros mismos. Nos
hace ver que el modo más acertado para llegar a nuestra verdad es considerar
nuestra vida desde la perspectiva de Dios.
En la imagen
de los invitados al banquete que se lanzan ávidamente al primer lugar podemos
ver reflejada la actitud de quien busca un reconocimiento prematuro, un estatus
o situación de prestigio, sin pensar si realmente corresponde a la realidad de
su condición. Es una actitud que, incluso desde un punto de vista meramente
humano, resulta poco elegante. No pocas veces, la misma evolución espontánea de
los acontecimientos acaba por revelar lo artificial que era esa posición,
metiendo en crisis a la persona que había vivido fuera de su realidad, obligándola
entonces a «buscar, lleno de vergüenza, el último lugar» (v. 9).
Pero con esta
parábola el Señor no quiere limitarse a denunciar la vanidad, sino que desea
sobre todo enseñarnos el camino para llegar a nuestra verdad. Por eso propone
que no nos apresuremos a buscar un lugar de relieve o a pretender que se nos
trate de una cierta manera. Nos anima a dejar que sea nuestro Padre Dios quien
nos diga el «Amigo, sube más arriba» (v. 10), es decir, que nos diga que para
Él somos siempre sus amigos y lo único que realmente cuenta es estar a su lado.
Nuestra condición de hijos de Dios es la verdad más fundamental, desde la que
podemos valorar y construir todo lo demás en nuestras vidas.
«Porque todo
el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado» (v 11).
Santa María nos enseña a recorrer con gozo este camino que nos propone su Hijo:
«ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me
llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí cosas
grandes el Todopoderoso» (Lucas 1,48-49).
Rodolfo Valdés
Fuente: Opus
Dei






