4 - Octubre. Martes. San Francisco de Asís
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Evangelio según san Lucas 10,
38-42
Yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo,
le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas
cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y
no le será quitada».
Comentario
El evangelio de la misa de hoy
nos recuerda un breve pero significativo encuentro entre Jesús, Marta y María.
Marta, anfitriona del Señor, anda de acá para allá, llena de preocupación
–completamente ocupada– e inquietud por las labores domésticas. Su hermana, en
cambio, se sienta al lado del Señor, a sus pies, en actitud de interés y
escucha de lo que dice. El relato resalta el contraste entre la actitud externa
de ambas; las palabras de Jesús apuntan a las actitudes. En lo externo, María
está cerca del Señor, sentada a su lado, quieta y escuchando; Marta está lejos
del Señor, de pie, agitada y hablando. Incluso, cuando Marta se acerca a Jesús,
lo hace poniéndose delante, casi en actitud de desafío.
Tanto en lo exterior como en lo
interior, el relato recuerda un poco al de la resurrección de Lázaro (Jn
11,1-44): Marta inquieta, confusa en sus ideas y con dificultad para escuchar;
María tranquila, a la escucha dócil y con confianza a los pies de Jesús. En el
texto de Lucas, Marta solo tiene en la cabeza el servicio, las necesidades
inmediatas en relación con la mesa. Jesús aprovecha la situación para instruir
a ambas. No se trata de un juicio sobre lo externo, sino sobre el corazón. La
comida es necesaria, pero solo un alimento es imprescindible, y ese es la
palabra del Señor, palabra de vida eterna –una vida que no pasa– que nos
ilumina sobre el sentido de todo lo demás.
Jesús viene a nuestra casa. Y
podríamos pensar que lo más importante es lo que podemos ofrecerle y contarle.
Pero, en realidad, lo más importante es lo que él nos ofrece: «el reino de Dios
y su justicia» (Mt 6,33), «el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn
6,27). La vida del cuerpo es importante y, en general, está en nuestra mano
cuidarla, pero ¿de qué sirve esa vida si uno no alcanza la vida eterna? Jesús
no hace un juicio sobre nuestras obras sino sobre la actitud con la que las
hacemos: nos pide que sean ocasión de diálogo verdadero con Dios y que sepamos
discernir sobre su importancia.
Juan Luis Caballero
Fuente: Opus Dei






