26 - Octubre. Miércoles de la XXX semana del Tiempo Ordinario
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Evangelio según san Lucas 13, 22-30
Y pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta
estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el
amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a
la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os dirá: “No sé quiénes
sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú
has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os dirá: “No sé de dónde sois.
Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Allí será el llanto y el
rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los
profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y
vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en
el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que
serán últimos».
Comentario
Para hablarnos del Reino de los
Cielos y de nuestro destino eterno, el Señor se sirvió más de una vez de la
metáfora del banquete. Era una imagen muy sugestiva para la mentalidad de los
orientales, en concreto de los semitas. Lo hizo sobre todo en la famosa
parábola de los invitados al festín, con su invitación no menos famosa a
“obliga a entrar” (“compelle intrare”; cfr. Lucas 14, 15 ss.), es decir a
convencer a los recalcitrantes que hagan lo necesario para ocupar la plaza que
Dios les reserva en la sala del banquete.
En el texto de hoy, encontramos
la misma idea, con algunos matices propios. El principal es, probablemente, el
carácter definitivo del tema, puesto que, si la puerta se cierra por nuestra
culpa, ya nadie podrá abrirla. La afirmación de que la puerta es “angosta”
subraya aún más la radicalidad del asunto. En la vida, podemos fracasar en
muchos casos, pero nuestra santidad, es decir la salvación eterna, es esencial,
por lo que de ningún modo podemos fallar.
El propósito que podríamos sacar
de la meditación de este pasaje es sin duda la necesidad de vivir con mayor
celo y dedicación nuestra misión de apóstoles, que nos corresponde en cuanto
cristianos. Hemos de proponernos, de manera positiva pero firme, que los que
nos rodean se tomen en serio su vida, piensen en su destino eterno y traten de
vivir según las enseñanzas de nuestro Señor, tal y como la Iglesia nos las
expone. Sólo así darán a sus vidas el sentido oportuno.
Alphonse Vidal
Fuente: Opus Dei