El Ritual de Exequias incorpora fórmulas para la oración en casos límite
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| Las exequias puede ser una oportunidad para la evangelización. Foto: Miguel Muñiz |
Una de las obras de misericordia
es rezar por las personas fallecidas. Se hace especialmente evidente en estas
fechas, en torno al 2 de noviembre, con la conmemoración de los fieles
difuntos. También lo es en el momento inmediato a la muerte de un ser querido,
cuando las familias se acercan a la Iglesia. «Las exequias son el rito más
pastoral que existe, pues toca a las personas en un momento especialmente
delicado. La fe tiene una importancia enorme». Quien afirma esto es Ramón
Navarro, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia, que
acaba de dedicar su encuentro anual a este asunto.
Y como la asamblea que se reúne
para despedir a un ser querido no es la misma que la que acude a la Eucaristía
dominical —puede haber no practicantes—, las exequias, «sin
instrumentalizarlas», son «un buen momento para anunciar el misterio de Cristo
muerto y resucitado, que es el centro del anuncio cristiano». «Mostrar esta
esperanza puede ayudar en la evangelización, sin perder de vista lo
fundamental, los difuntos», añade. Junto a esto es importante el
acompañamiento, que las familias «encuentren la cercanía y el cariño de la
Iglesia».
Durante las
jornadas se han abordado una serie de problemáticas en torno a esta
celebración, una de ellas relacionada con las exequias en casos límite. De
hecho, el nuevo Ritual de Exequias —a la espera de recibir el visto bueno de la
Santa Sede— incluye más de una docena de celebraciones para situaciones no
ordinarias como una muerte repentina, un suicidio, un accidente…
«Como cualquier otra celebración, las exequias deben ser preparadas teniendo en cuenta a los destinatarios. No se puede hacer una celebración estándar. La muerte de una persona de mediana edad por un infarto no puede ser tratada de la misma manera que la de una persona de 80 años», añade Navarro en conversación con Alfa y Omega.
Lo mismo sucede
con los niños y, de forma específica, con aquellos que no han alcanzado un
discernimiento moral, que se establece en torno a los 7 años. «En este caso, el
niño está en el cielo. No necesita de nuestra oración, pero sí tenemos que dar
una palabra de consuelo a los padres, que están destrozados», añade. También
habrá que adaptarse a los casos de personas no practicantes, pero cuya familia
se acerca a la Iglesia: «No se hará una referencia a la fe de la persona, sino
a la petición de los familiares».
Otra problemática en torno a este
rito tiene que ver con la cremación: la Iglesia no la prohíbe, aunque prefiere
la inhumación. De hecho, incluye una fórmula de oración específica para estos
casos. Las exequias presididas por laicos y diáconos —es una realidad en
algunas partes de nuestro país— y las celebraciones en tanatorios son otras de
las cuestiones que preocupan en la Conferencia
Episcopal Española.
Fran Otero
Fuente: Alfa y Omega






