Audiencia general
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| Antoine Mekary | ALETEIA |
El Papa invita a reconocer la
auténtica consolación porque - dijo - el «diablo existe» y sabe nuestras
«contraseñas» del corazón. Los consejos del Papa para orar sin evadir los
deberes y evitar que el mal confunda el alma con sus engaños
«El estilo del enemigo -cuando
hablamos del enemigo, hablamos del diablo: el diablo existe- es presentarse de
forma astuta, disfrazada: parte de lo que está más cerca de nuestro
corazón y después nos atrae a sí, poco a poco: el mal entra secretamente, sin
que la persona se dé cuenta».
Así lo dijo el Papa Francisco, en
la catequesis de la audiencia general de este miércoles, 30 de noviembre de 2022, pronunciada en la Plaza de
San Pedro y dedicada a la consolación. «Y con el tiempo la suavidad se
convierte en dureza: ese pensamiento se revela por cómo es realmente», anotó
Francisco. «La consolación no es sentirse como un pavo real ante
Dios».
Por ello,
insistió sobre la importancia del examen espiritual, de los propios
pensamientos; «es una invitación a aprender de las experiencias, de lo que nos
sucede, para no seguir repitiendo los mismos errores.». Lo expresó en este
tiempo de Adviento, tiempo de espera de la Navidad. El Papa dijo a los fieles
alemanes: «Si ponemos nuestra esperanza en Dios, llegaremos a la plena
felicidad, sin caer en algún engaño».
Conocerse a sí mismo, este es
imperativo para reconocer la consolación de Dios, de aquella del mal espíritu,
según el Papa. «Cuanto más nos conocemos a nosotros mismos, más nos damos
cuenta de dónde entra el mal espíritu, sus “contraseñas”, sus puertas de
entrada a nuestro corazón, que son los puntos en los que somos más sensibles,
para poner atención para el futuro.», es la recomendación del Papa.
«Cada uno de nosotros tiene los
puntos más sensibles y débiles de su propia personalidad», explicó con sus
propias palabras: «Y a partir de ahí el mal espíritu entra y nos lleva por el
camino equivocado, o nos saca del camino correcto».
«Los ejemplos podrían
multiplicarse como se desee, reflexionando sobre nuestros días», explicó
Francisco. «Por esto es tan importante el examen de conciencia cotidiano: es la
fatiga valiosa de releer lo vivido bajo un punto de vista particular. Darse
cuenta de lo que sucede es importante, es signo de que la gracia de Dios está
trabajando en nosotros, ayudándonos a crecer en libertad y conciencia».
En este sentido, se trata de
crecer de la mano de Dios. «Notar lo que sucede es importante, es una señal de
que la gracia de Dios está actuando en nosotros, ayudándonos a crecer en
libertad y conciencia. No estamos solos: es el Espíritu Santo quien está con
nosotros».
«La auténtica consolación -dijo
el Papa- es una especie de confirmación del hecho que estamos haciendo lo que
Dios quiere de nosotros, de que estamos caminando por sus senderos, es decir,
por los caminos de la vida, de la alegría, de la paz. El discernimiento, en
efecto, no se centra simplemente en el bien o en el máximo bien posible, sino
en lo que está bien para mí aquí y ahora: sobre esto estoy llamado a crecer,
poniendo límites a otras propuestas, atractivas pero irreales, para no ser
engañado en la búsqueda del verdadero bien».
Aprender a leer el día, realizar
el examen de conciencia
Para Francisco, es necesario
«avanzar en la comprensión de lo que sucede en mi corazón»: «Y para ello
-explicó, todavía sin papeles en la mano- necesitamos un examen de
conciencia, para ver lo que ha sucedido hoy. Buscar la raíz de estos
errores. Aprender a leer en el libro de nuestro corazón: lo que sucedió durante
el día. Hazlo, son dos minutos, pero te hará bien, te lo aseguro».
La consolación no es sentirse
como un pavo real ante Dios
Por otro lado, el Papa invitó que
la consolación no sea «sentirse como un pavo real ante Dios». Así lo explicó el
Papa halando de la importancia del discernimiento.
«Si voy a rezar -añadió sin hojas
en la mano- y me acuerdo de aquel famoso fariseo: ‘Te doy las gracias, Señor,
porque rezo, no soy como los demás…’, esa oración acaba mal. Ese consuelo
es como sentirse un pavo real ante Dios’. De ahí la necesidad de preguntarse:
«¿a dónde me lleva ese pensamiento? Por ejemplo, a dónde me lleva el
pensamiento de rezar».
Evitar la megalomanía espiritual
A continuación, dijo: «Me pongo a
rezar y luego en la oración me siento omnipotente, porque soy el único que hago
las cosas bien.». Así denunció una megalomanía que ataca el espíritu en la
cotidianidad. «Examina bien el camino de mis sentimientos», es la invitación de
Francisco.
Asimismo, el pontífice explicó
que «la oración no es una evasión de las tareas, al contrario, es una ayuda
para realizar el bien que estamos llamados a hacer, aquí y ahora».
«¿Cómo reconocemos la verdadera
consolación?»: «Esta es una pregunta muy importante para un buen
discernimiento, para no engañarnos en la búsqueda de nuestro verdadero bien»,
dijo Francisco, citando a San Ignacio de Loyola.
«Si (la consolación) me lleva a
algo que no es bueno, el consuelo no es verdadero, es falso.» Por ejemplo,
«tengo el pensamiento de rezar, y noto que va acompañado de afecto hacia el
Señor y el prójimo, invita a hacer gestos de generosidad, de caridad: es un
buen principio».
Lava los platos y luego ve a
rezar
Por otro lado, advierte -sin
hojas en la mano-, «puede ocurrir que ese pensamiento surja para evitar un
trabajo o una tarea que me ha sido encomendada: cada vez que tengo que lavar
los platos o limpiar la casa, me entran unas ganas enormes de ponerme a rezar.
Esto pasa en los conventos».
En fin, el papa Francisco explicó
que la oración no es una evasión, sino una ayuda para hacer mejor el bien, aquí
y ahora. Entonces, aconseja más adelante: “lava los platos y luego ve a rezar”.
Pero, reza. Eso sí, reza y haz el bien.
La alegría del circo
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| Antoine Mekary | ALETEIA |
Al final de la audiencia general, el circo de Kenya realizó un breve espectáculo para los fieles y peregrinos presentes. El Papa Francisco sonrió y manifestó su aprecio a los artistas circenses por su contribución a la belleza y a la alegría que calentó los ánimos en una fría Plaza de San Pedro.
Ary
Waldir Ramos Díaz
Fuente: Aleteia







