El arzobispo emérito de Toledo rememora en el programa «Eméritos» de TRECE su paso por las diócesis de Osma-Soria, Salamanca, Valladolid y Toledo
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«El problema
más serio en la Iglesia es la división entre fe y vida. Lo han dicho el Concilio y los Papas por activa y
por pasiva. No son los pecados, porque Jesús entraba a comer con publicanos y
pecadores. Nuestro problema es que Dios parece que está desechado de la
sociedad». Esta es la reflexión que hace el arzobispo emérito de Toledo, Braulio Rodríguez Plaza, en el programa «Eméritos» de este domingo en TRECE.
Es —explica— como si en nuestro día a día hubiera dos
pisos: uno primero, el de la realidad cotidiana, y luego el segundo, al que
subimos «cuando nos ponemos espirituales». Don Braulio denuncia y rechaza este
«dualismo», ese estar «aquí muy bien» y «luego el domingo por la mañana me voy
a misa y me pongo en modo religioso». No se puede entender la vida sin los
otros, razona. «Un solo cristiano es ningún cristiano.
Los cristianos hemos nacido a partir de una realidad de doce hombres, uno de
los cuales negó al Señor, otro lo entregó y los demás se marcharon. Pero eran
ellos con su humanidad».
Reivindica también un mayor compromiso y participación en la vida
pública. «Los políticos nos aceptan mientras no demos la lata. Como demos la
lata, y queramos que Dios actúe y pueda influir más, la cosa se pone más
seria», dice. «Tenemos que meditar mucho, porque este es uno de los problemas
por el cual los cristianos no influyen en la vida pública. Y también decir a
los cristianos que la Iglesia no son los obispos y los curas, que
la Iglesia es un pueblo». «Si los políticos funcionan mal, el mundo funciona
mal», advierte.
«Nunca
tuve dudas sobre mi vocación»
Monseñor Rodríguez Plaza vive hoy en una casa de
sacerdotes mayores en Toledo. En la entrevista que le realiza el
periodista Isidro Catela, recuerda a sus padres, sus primeros años en el seno
de una familia de nueve hermanos en la localidad madrileña de Aldea del Fresno
y el origen de su vocación.
«Recuerdo mi vocación siempre con cariño. A los 15 o
16, cuando ya había terminado mi colegio, recibí una invitación del párroco
para que pensara si el Señor no me estaba llamando. Yo me extrañé muchísimo
porque no sabía qué era un seminario», rememora con una sonrisa. Hoy ha
celebrado ya las bodas de oro sacerdotales.
A la pregunta de si tuvo claro desde el principio que
el suyo era «un sí para siempre», responde recordando que cuando él y sus
compañeros fueron ordenados en 1972 los de los cursos anteriores les
preguntaban si estaban verdaderamente seguros. «Tengo 28 años, y llevo 12 en el
seminario. ¿Cómo no voy a estar seguro después de tanto tiempo?», pensaba. «Yo
nunca tuve dudas de eso. Además, [estaba] respaldado siempre por quienes te
conocían: tus formadores, el padre espiritual...».
Obispo
en Osma-Soria, Salamanca, Valladolid y Toledo
Don Braulio habla también de su estancia durante dos
cursos en Jerusalén —«es lo único que he pedido en mi vida, me lo concedió el
cardenal Tarancón»—
y de su breve paso (dos meses) por Harlem, en Manhattan, Nueva York.
Recuerda igualmente cómo se produjo su nombramiento
episcopal. «El nuncio que me llamó era lo
suficientemente inteligente y estuvo una hora hablándome de muchas cosas hasta
que me soltó la bomba. Yo empecé a asustarme y le dije que llevaba 15 años de
cura pero que no conocía lo que era una diócesis más que por las parroquias en
que había estado. Él me respondió: “Otros han dicho que usted puede ser obispo.
Vaya a rezar y después escriba al Papa Juan Pablo y le diga si sí o si no, lo
que usted quiera».
Aceptó y escogió como lema episcopal «No me avergüenzo
del Evangelio» porque en esos días de secreto pontificio estaba leyendo la
carta de San Pablo a los Romanos y se dio cuenta de que ese versículo del
capítulo primero le venía «como anillo al dedo».
En los años siguientes ejercería el ministerio
episcopal en las diócesis de Osma-Soria y de Salamanca, y en las archidiócesis
de Valladolid y de Toledo.
«El
fondo de la ideología de género es demoledor»
Don Braulio piensa que los desafíos de la familia del
siglo XXI son «los mismos de hace treinta años, pero agudizados», y que «el
fondo de la ideología de género es demoledor». A los cristianos que sienten que
su fe se debilita les recomienda que busquen cursos o retiros que les ayuden a
reafirmarla y hacerla más ferviente y fuerte.
«¿Y qué le decimos a la gente que vive como si Dios no
existiera?, le pregunta el director del programa. «Que por qué no intenta vivir como si Dios
existiera. Y entonces verás que sentirás también paz y tranquilidad», responde.
Fuente:
Ecclesia