Tras el gran hallazgo de Ramala
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| © Helvetiker |
«Esteban, lleno de gracia y de
poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales. Se levantaron
unos… y se pusieron a disputar con Esteban; pero no podían resistir a la
sabiduría y al Espíritu con que hablaba», cuentan los Hechos de los Apóstoles
(6, 8-15). Así que instigaron testigos falsos contra él, le prendieron y le
condujeron ante el Sanedrín. Allí «vieron su rostro como el rostro de un
ángel», y ante los jefes de los judíos pronunció su abrumador discurso sobre la
condición mesiánica de Jesús (7, 1-53).
Al oírlo sus enemigos, «sus
corazones se consumían de rabia y rechinaba sus dientes contra él»; y cuando
proclamó «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la
diestra de Dios», se echaron contra él. Lo sacaron de Jerusalén y lo apedrearon
hasta matarle. Dejaron sus vestiduras a los pies de Saulo, que aún no era el
Pablo posterior a la conversión camino de Damasco.
Sorpresa en Ramala
Éste es el relato bíblico sobre
el primer mártir cristiano; pero a partir de ese momento desaparecen las
certezas sobre la suerte que corrieron sus restos. En noviembre de 2014, sin
embargo, se produjo un hallazgo muy relevante en unas excavaciones
arqueológicas en Ramala. Dos kilómetros al oeste de la ciudad cisjordana,
investigadores israelíes y palestinos dirigidos por el doctor Salah al
Hudeliyya trabajaban en un proyecto de restauración de antigüedades de la
Universidad de Jerusalén cuando encontraron las ruinas de un templo y de un
monasterio bizantinos.
«Dentro de una de las iglesias
hallamos una inscripción que indica que esta iglesia se construyó en honor de
San Esteban, enterrado aquí el año 35», declaró el doctor Hudeliyya. Añadió que
el trabajo de restauración y acondicionamiento del lugar puede durar aún cinco
años y que después podrá convertirse en un lugar de peregrinación.
De hecho, las excavaciones
conducidas desde 2013 por la Universidad de Jerusalén y la Iglesia Ortodoxa
podrían desembocar en la creación de un gran parque arqueológico, previsto para
2020, como foco de atracción turística para esa región palestina.
El papel de Gamaliel
Tras el descubrimiento, el
profesor Hudeliyya, del Instituto de Arqueología de la Universidad Al-Quds,
ofreció algunos detalles adicionales sobre la inscripción: «Tiene 88 cm de
ancho y un metro de alto, y son ocho líneas en griego que dicen que el cuerpo
de San Esteban está enterrado ahí. El lugar es conocido como Khirbet al Tireh,
o también Kafr Ghamla, siendo Ghamla el guía espiritual de San Esteban. La otra
parte de la inscripción habla de una mujer llamada Dina, quien habría invertido
dinero en esta iglesia en honor a la visita que hizo Jesús al lugar cuando José
y María, su madre, no podían encontrarlo, durante su viaje de Jerusalén a
Nazaret, que duró tres días. Probablemente Él pasó por este lugar en uno de
esos días».
El doctor Houdalieh hace
referencia al episodio que refiere San Lucas (2, 41-50), prácticamente el único
que conocemos de su infancia; cuando, tras haberle perdido, sus padres le
hallaron en el templo predicando. Y Él les explicó: «¿No sabíais que yo debo
ocuparme de las cosas de mi Padre?».
Pero lo sorprendente es su
alusión a ese Ghamla que habría sido maestro espiritual de San Esteban, y de
quien no existe referencia ni en las Sagradas Escrituras ni en la Tradición.
Probablemente Houdalieh se refiere a Gamaliel, sostiene otro experto comentando
el hallazgo. Algo mucho más verosímil, por cuanto Gamaliel fue un miembro justo
del Sanedrín, que defendió a San Pedro y a los apóstoles (Hech 5, 34-39); y de
quien San Pablo se confesaba discípulo (Hech 22, 3). Una tradición dice que se
convirtió al cristianismo y fue bautizado por San Pedro y San Juan.
Precisamente en torno a Gamaliel
se tejen otras hipótesis sobre el lugar donde reposan los restos de San
Esteban. Según contaba en 1876 el padre Francis Xavier Weninger, ese sabio
doctor de la Ley, quizá ya secretamente cristiano y que habría permanecido en
el Sanedrín para proteger a sus hermanos, fue uno de los que enterraron al
protomártir. «Lo dispuso todo para que el cuerpo de San Esteban fuese conducido
durante la noche por algunos cristianos desde el lugar donde se hallaba hasta
su lugar de nacimiento, a unas pocas millas de Jerusalén».
En sueños…
Pero… ¡no a Ramala! En efecto,
este lugar, Cafargamala, a unos 36 kilómetros de Jerusalén, no sería
descubierto hasta el 3 de diciembre de 415. Allí había una iglesia de la que se
ocupaba un venerable sacerdote, Luciano. Una noche estaba durmiendo en el
baptisterio -lo hacía así para mantener bajo vigilancia los vasos sagrados-;
cuando fue despertado en sueños por un anciano alto y venerable, a quien
identificó después como Gamaliel. «Ve a Jerusalén», le ordenó, «y dile al
obispo Juan que venga y abra las tumbas, en las que hallará restos de algunos
siervos de Cristo; para que por su intercesión Dios abra a muchos las puertas
de su misericordia».
Tras una segunda visión, Luciano
obedeció y convenció al obispo. Realizada la búsqueda, hallaron tres cajas, que
abrieron en presencia de otros dos obispos, Eutonio de Sebaste y Eleuterio de
Jericó. Cuando abrieron el ataúd de San Esteban, la tierra tembló y salió de él
un olor agradable como ninguno de los presentes había sentido nunca. Al mismo
tiempo, 73 fieles de los muchos que se habían congregado para ese momento
fueron curados de sus enfermedades.
Periplo accidentado
El obispo Juan ordenó que parte
de las reliquias quedaran en Cafargamala y el resto fueran trasladadas a la
iglesia de Sión en Jerusalén; lo que se hizo el 26 de diciembre. Por esa razón
la festividad de San Esteban se celebra en tal fecha.
Pero aún tendría lugar otro
traslado, esta vez a Constantinopla, durante el reinado de Teodosio II el
Joven, fallecido en el año 450. Las reliquias se llevaron a la iglesia del
santo diácono Lorenzo, y luego a una iglesia construida específicamente en
honor de San Esteban.
Además, la mano derecha del
protomártir se conservaría en la cámara de Serapión de lo que es hoy el
principal monasterio y centro espiritual de la Iglesia Ortodoxa Rusa; la Laura
de San Sergio, a setenta kilómetros de Moscú.
El itinerario de los restos de
San Esteban no está pues completamente aclarado tras el hallazgo de Ramala,
adonde tal vez las llevaron para ponerlas a resguardo tras los saqueos de
Jerusalén de finales del siglo X y principios del siglo XI. Continúa siendo un
misterio, que quizá se resuelva en los próximos cinco años que dure la
restauración de las ruinas donde se halló la inscripción.
Artículo publicado originalmente
en Fundación
Tierra Santa
Fuente: Aleteia






