16 – Diciembre. Viernes de la III semana de Adviento
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Dominio público |
Evangelio
según san Juan 5, 33-36
Vosotros
enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la
verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es
para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y
vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo
tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a
cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Comentario
Las palabras
del Evangelio de hoy están enmarcadas en un largo discurso en el que Jesús
expone quién es y cuál es su misión: Cristo revela al Padre y recibe de Él su
autoridad.
Jesús nos enseña que Él tiene un testimonio mayor que el de Juan.
Esto no significa que desdiga a Juan, todo lo contrario, le alaba cuando dice
“Aquel era la antorcha que ardía y alumbraba”. Ensalza a Juan por ser luz que
llevó a Jesús a muchas personas, gracias a su admirable entrega a los demás. En
estos términos lo explicaba el Papa Francisco “La vida sólo tiene valor al
donarla, al donarla en el amor, en la verdad, al donarla a los demás, en la vida
cotidiana, en la familia. Donarla siempre”[1].
Algunos judíos
ponían objeciones al testimonio de Jesús, sobre todo que él fuera quien se
avalara a sí mismo como testigo ya que para los judíos el testimonio de una
persona en su propia causa no es suficiente. Por eso muestra que su testimonio
está avalado por Juan Bautista y también por sus propias obras y milagros.
La raíz de la
que emanaba esa luz es el propio Jesucristo. Nos revela que ha sido enviado por
el Padre, más aún, que el Padre y Él son uno mismo (Jn 10,30) Jesús nos muestra
su divinidad, en palabras de san Josemaría “El Hijo de Dios se hizo carne y es
perfecto Dios y perfecto hombre. En este misterio hay algo que debería remover
a los cristianos… No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de
Dios. Todos hemos de hablar la misma lengua, la que nos enseña nuestro Padre
que está en los cielos [2].
Jesús es
enviado por el Padre para la salvación del mundo. Acudamos al Señor en el
Sagrario a buscar luz y fuerzas para nuestra vida interior.
[2] San Josemaría, Es Cristo que pasa n. 13
Fuente: Opus
Dei